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FORO CUBANO Vol 3, No. 25 – TEMA: ARTES Y LETRAS POLÍTICAS –

Cultura y democracia en Camagüey

Por: Rafael Almanza 

Octubre 2020

Vistas

Camagüey, una ciudad de más de trescientos mil habitantes en el centro de la Isla de Cuba, ha sido la ciudad primada de la poesía, del pensamiento económico, y de la idea civil y democrática de la nación. Habiendo huido de su primer asentamiento en la costa norte por la presión de los piratas, la antigua villa, una de las primeras siete fundadas por los españoles, aprendió a vivir de sí y a crecer con independencia, incluso de las formas de existir y pensar del resto del país. En los siglos XVIII y XIX era la segunda ciudad más poblada del Archipiélago –ahora es la tercera-, y poseía una vitalidad económica tan distinguida como para erigir en 1850 un teatro italiano por subscripción popular, y escuchar ópera en él. Fue también la sede de la Real Audiencia, que velaba por el cumplimiento de las leyes en un ámbito colonial extenso, incluyendo a la Lousiana. 


La combinación de esplendor económico independiente y abogados nativos cultos y competentes fueron factores claves para que crear un patriciado independentista y democrático. Ningún dictador, ninguna figura autoritaria salió jamás de Camagüey, ni entonces ni después hasta hoy. Su figura militar insigne, el Mayor General Ignacio Agramonte, muerto en combate en plena juventud, fue precisamente el fundador de la democracia cubana, creador de la primera Constitución, celoso defensor de las libertades aun en tiempo de guerra. Los camagüeyanos hemos vivido durante siglos con una diferencia, hasta con un enfrentamiento con el resto de las provincias cubanas, sin perder al mismo tiempo el patriotismo y la responsabilidad por los demás. 


Esta ciudad que tiene el culto de la libertad ha sido al mismo tiempo un bastión de la fe religiosa: sus sacerdotes católicos y protestantes resistieron exitosamente la ofensiva del ateísmo comunista y finalmente han vencido, pues proclamarse ateo no es precisamente hoy en día una costumbre popular en la católica y pentecostal Camagüey. La creatividad de sus ciudadanos en cualquier ámbito de la cultura es conocida. Fue la segunda ciudad donde se hizo cine en Cuba, a principios del siglo XX, y mantuvo durante décadas la segunda cinemateca en importancia del país. Ha mantenido una compañía de ballet clásico y celebra un festival nacional de teatro. Fue la cuna del mayor escritor de lengua española del siglo XIX, Gertrudis Gómez de Avellaneda, brillante en todos los géneros literarios, defensora de los derechos de las mujeres y enemiga del racismo; y en el siglo XX vio nacer a escritores de importancia nacional e internacional: Nicolás Guillén, Emilio Ballagas y Mariano Brull. Un potencial de profesionales de todas las ramas sobrevive agónicamente en la ciudad, ahogado por la miseria socialista, esperando el momento de reconstruir la nación con la pasión de la inteligencia y la virtud del trabajo.


El camagüeyano nace pues con una orgullosa idea de seriedad, civilidad, cultura y fe religiosa. Pero sobre todo de libertad. La Revolución de Castro no tuvo demasiado apoyo en la provincia, y el único conato de rebelión contra el nuevo orden, en octubre de 1959, encabezado por el entonces comandante Hubert Matos, ocurrió necesariamente en Camagüey. El gobierno comunista relegó por lo tanto a la provincia en la repartición de méritos y beneficios otorgados por la autocracia centralizada en la capital, a pesar de que los rendimientos económicos de la provincia en la ganadería y la industria azucarera han seguido apuntalando los escasos ingresos de la nación. Sin embargo, los ciudadanos se han esforzado por mantener un mínimo de perfil ciudadano, con un sospechoso culto de tradiciones y respeto por el pasado colonial que denota una búsqueda y afirmación de la identidad, de sabor conservador. El ciudadano no aceptó los cambios de nombres de las calles, ni los de la republica ni los del socialismo: San Esteban es San Esteban, y mi calle es Rosario y no la del noble luchador por la independencia que es su nombre oficial. Los demócratas actuales de otras provincias que nos visitan se quedan pasmados de lo que oyen por las calles, de la acogida que tienen en una ciudad donde nadie es excluido por razones de opinión, como no sea directamente la policía y sus colaboradores.


No es de extrañar entonces que en Camagüey surgiera en 1995 la Peña del Júcaro Martiano, un foro popular para hablar en libertad sobre la vida y obra de José Martí, el mayor demócrata cubano. El ecologista Eudel Cepero, el compositor Louis Aguirre y el que subscribe decidimos en esa fecha conmemorar el centenario de Martí con un homenaje independiente, único en el país, que consistió en la siembra de tres júcaros en lugares simbólicos de la ciudad: el último, en el Convento de La Merced, donde celebramos una reunión bajo los auspicios de monseñor Adolfo Rodríguez Herrera, entonces obispo y hoy en proceso de canonización. 


En años sucesivos, y desafiando la persecución de las autoridades, comenzamos a reunirnos en La Merced ya con el carácter de una tertulia, hasta que las presiones se hicieron insoportables y decidimos liberar a la Iglesia de la responsabilidad de protegernos. Vinimos entonces para mi casa, en el año 2000, en donde hemos persistido en la tarea de reunirnos y hablar con entera libertad sobre Martí y cualquier otro tema de la cultura cubana. Decenas de ponentes, mayormente jóvenes, han intervenido en sus veintinueve sesiones. Música, artes plásticas, danza, cine, performances, han nutrido nuestras reuniones. Las puertas han estado abiertas para los activistas políticos de la oposición, los periodistas independientes y el pueblo llano en general. En ellas se han formado distinguidas personalidades de la contracultura democrática cubana: Lester Álvarez, Anamely Ramos, Camila Lobón. Actualmente son sus puntales el historiador y jurista Alenmichel Aguiló y su esposa la curadora de arte Isel Arango, y el escritor y periodista independiente Mario Ramírez, creador de la sesión de verano.


 Un cuarto de siglo después hemos celebrado la Peña casi milagrosamente en medio de un enorme dispositivo policial de doce horas de patrullas, motocicletas, agentes de uniforme y de civil, y tropas paramilitares, que se abstuvieron de entrar a la fuerza en mi casa quizás por la presencia de un sacerdote católico, aunque yo mismo he sido citado luego a una estación de policía y amenazado oficialmente con ser encarcelado. Una tertulia dedicada al Héroe Nacional cubano, el centro de la cultura y la política cubanas, ha sido cancelada manu militari, con un desprecio completo por las leyes vigentes y por la opinión de los hombres y mujeres de la cultura. Es el mayor éxito de la Peña, la prueba de que hemos trabajado con seriedad y civilidad camagüeyanas.  


Pero la Peña, que es un Estado del Alma Colectivo, sigue viviendo. La represión ha aumentado su prestigio nacional, y la ha lanzado al reconocimiento internacional. La Peña no va a rendirse y mutará de acuerdo a condiciones nuevas que en el fondo le son favorables. Seguramente encontraremos las vías para seguir creando martianos, ciudadanos capaces de hacer democracia empezando por ellos mismos, por la calidad y la plenitud de la propia conciencia; y de expandirla entre otros responsablemente. Atentos a la potencia del locus, conocedores de la historia, obedientes a la voluntad del Señor manifiesta en él, un grupo de camagüeyanos va a seguir siendo como es, como tenemos que ser, abiertos a la obra de la nación y a la simpatía de los demócratas en cualquier parte del mundo.

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