FORO CUBANO Vol 3, No. 25 – TEMA: ARTES Y LETRAS POLÍTICAS –
De las purgas del ICAIC en los años 60 a la ilegalización del cine independiente
Por: Lynn Cruz
Octubre 2020
Vistas
¿Cómo escribir sobre el silencio? ¿Cómo definir la oscuridad? Leerme el libro “Ni Tiempo Para Pedir Auxilio” del cineasta cubano exilado Fausto Canel, me impidió respirar bien por unos días.
Un cineasta cubano crítico y una estudiante de cine estadounidense viven un romance trágico en la Cuba de los convulsos años sesenta. Fausto se incorporó al ICAIC, Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos durante su fundación. Responsable de filmes como “El Final” (1964), “Desarraigo” (1965), “Papeles son Papeles” (1966), abandonó el país en el año 1968.
Kelly, hija de un miembro del partido comunista en los Estados Unidos, y luchador de la guerra civil española, llegó a La Habana como parte de la primera delegación que se atrevió a viajar a la isla. Hizo realidad el sueño que compartía con su padre, participar de la Revolución. A su regreso a los Estados Unidos el grupo enfrentó litigios con abogados. Les retiraron los pasaportes como castigo a la desobediencia.
Fausto se encontraba realizando la pre producción de su filme “Desarraigo”, posteriormente premiado en el Festival de Cine de San Sebastián, convirtiéndose en la primera película cubana de ficción en obtener reconocimiento internacional fuera del antiguo campo socialista. Del ICAIC lo llamaron para anunciarle que debía parar su plan de rodaje en la película, para presentar su documental Hemingway, a un grupo de estadounidenses. Esa tarde conoció a Kelly.
Con narración aparentemente sencilla, el relato logra convertir su literatura en una eficaz experiencia cinematográfica: “¡Este libro es un peligro! Si lees la primera página, ya no lo puedes soltar”, refiere el cineasta Néstor Almendros en la contraportada. Es un cuestionamiento de la conciencia de un artista crítico dentro de un sistema que prontamente comenzó a centrarse en la figura de un solo hombre: “Fidel Castro”.
La búsqueda del sueño de Kelly se torna en pesadilla. Dos contemporáneos, dos culturas, chocan entre sí. Sus interrogantes contrastan al mito que ya empezaba a ser la Revolución cubana, donde Fausto en sus paseos con Kelly por la ciudad, la desnuda del espejismo retórico.
“… Fidel nunca comprendió que La Habana se había transformado en una importante ciudad de clase media… Y con La Habana, un buen número de capitales de provincia… como su desarrollo había ocurrido, en su mayor parte, bajo la dictadura de Batista, Fidel se negó a tenerlo en cuenta. Su error fue considerar a esta otra Cuba como su enemiga…”
La cárcel de conciencia, fue el castigo a la duda. Fausto fue secuestrado por la policía política mientras pasaba un fin de semana junto a Kelly en el Hotel Internacional de Varadero, pasaron 10 años para que se reencontraran y pudieran esclarecer los hechos. Fausto no aceptó el tono persuasivo de los funcionarios, para que abandonara a Kelly. ¿O amenazante?, pero la prohibición agudizó su sospecha. La isla había quedado desconectada, había muy poca información respecto a lo que sucedía en el resto del mundo.
Las intenciones de estas acciones provocaban un apartheid, una alienación donde realidad y ficción comenzaban a ser la misma cosa ¿Por qué no querer un intercambio franco entre un cubano y una estadounidense? La gira de Kelly terminó en una conga santiaguera protagonizada por una multitud de campesinos desplazados, pero que en la dramaturgia diseñada para los viajeros y para el pueblo, estaban siendo salvados por la Revolución, en medio de la lucha armada, que en oposición llevaban los campesinos dueños de sus tierras en El Escambray. Recluirlo era la prueba tácita de la impotencia del poder, porque Fausto no aceptó que noviar con una persona que entró al país de manera legal constituyera un delito.
El paralelismo entre aquella Habana donde Fausto soñaba con el cine, y el San Francisco de 1970, espacios donde transcurre la trama principal. Patty Hearst, el secuestro de un banco, las comunas hippies, donde Kelly perseveró en sostener las ideas colectivistas, y fracasó. El rechazo a un cineasta cubano exiliado, que en ese contexto era considerado un gusano, mientras se empeña en seguir haciendo cine. Este libro, además, ha devenido en documento histórico, respecto a las interioridades del ICAIC durante su fundación. Las intrigas y manejos políticos de su presidente Alfredo Guevara.
Recuerdo la primera vez que interactué con Fausto en un post que yo había colgado en mi muro de Facebook sobre mi censura como actriz, Fausto había escrito: “Bienvenida al club”. Me dije, “era él de quien habló el director de la Cinemateca de Cuba Luciano Castillo”. Pasaron más de 50 años para que sus filmes vieran la luz nuevamente durante una muestra que por iniciativa propia de rescate y digitalización realizó Castillo en el año 2009. Lástima que tengan tan mala calidad las copias. No obstante, si hoy existen libres en YouTube fue gracias a que Castillo es un apasionado del Cine Cubano y pudo dar con ellas.
Las puestas en escena de Fausto revelan a un director con ambiciones formales. Largos planos secuencia, profundidad de campo, composiciones panorámicas con una influencia del cine de arte de los 60, en especial de Michelangelo Antonioni. Sus personajes alienados, con una visión crítica de la realidad. Hizo todas sus películas en el ICAIC con menos de 30 años. ¿Cómo hubiese evolucionado su cine? ¿Hasta dónde habría podido llegar? “Memorias del Subdesarrollo” (1968), de Tomás Gutiérrez Alea, le debe mucho también a “Desarraigo”. Papeles son Papeles (1966) por ejemplo, es la única película donde quedó registrado el momento del cambio de moneda en la Cuba revolucionaria. Nada de esto se enseña ni siquiera en las escuelas de cine del patio. Durante 60 años su nombre no ha figurado en las listas de homenajes. Los carteles de sus películas no aparecen tampoco en las colecciones de Cine Cubano.
Decidí investigar más sobre su exilio en París donde trabajó para la televisión. Sin duda la parte más importante de su obra permaneció escondida en las bóvedas del ICAIC. Debíamos hacer una presentación de sus películas en INSTAR. Nuestro encuentro en un espacio autónomo como este, y dirigido por la artista visual Tania Bruguera no pudo acontecer.
“Nos han borrado la memoria”, Victoria Canel me escribió en una carta al regresar a los Estados Unidos. La hija del exilado que acompañaba a su padre, llegó sola en un vuelo Chapter a La Habana. Los esperábamos, mi compañero el cineasta Miguel Coyula y yo a la salida de la Terminal 2 del aeropuerto José Martí.
- “¿Y tu papá?”
-“No pudo llegar, en Miami le pidieron una VISA especial”
Al sacar el pasaje en su agencia de viajes no le explicaron nada, después le dijeron que no sabían. Fausto Canel en pleno siglo XXI no pudo llegar a La Habana, su lugar de nacimiento, producto de un trámite absurdo en la Embajada cubana en los Estados Unidos. Probablemente es de esos requerimientos que con el tiempo han perdido el sentido, y permanecen por inercia.
No obstante, y a pesar de la ausencia de Fausto, su hija Victoria fue citada a un interrogatorio en Inmigración y Extranjería del Ministerio del Interior. Yo solo pude acompañarla hasta la puerta de entrada junto a Trinidad, la hermana del cineasta Fernando Pérez que le ofreció su casa durante la visita. No puedo evitar recordar este episodio lamentable que ocurrió hace poco más de un año. En medio de un escenario donde el poder travestido de ICAIC ilegaliza ahora el cine independiente en Cuba (entiéndase también como cine con libertad de expresión dentro de un contexto autoritario) tipificado en el Decreto Ley 373 que regula no sólo la producción sino la exhibición y distribución de las obras. Que pretende eliminar cualquier vestigio de autonomía pues sólo reconoce al creador audiovisual independiente dentro del propio ICAIC. Ese cine que adquiere fuerza en los 2000, sirvió no sólo para darle visibilidad a las zonas oscuras de la sociedad sino para democratizar la producción cinematográfica fuera de los influjos del Estado.
Supongo que en esa libertad radica el conflicto. Qué suerte que existan las películas de los cineastas de los sesenta, Néstor Almendros, Eduardo Manet, Alberto Roldán, Fernando Villaverde, Miñuca Naredo, Nicolás Guillén Landrian, Orlando Jiménez Leal y del propio Fausto. No sólo porque constituyen documentos importantes de la época sino para poder constatar que sus delitos fueron creer que podían hacer la diferencia dentro de ese proceso de cambios sociales y políticos que fue la Revolución cubana. Las purgas de 1968 fueron la antesala para el cine que vino después, mucho más conservador.