TEMA: SOCIEDAD CIVIL EN CONTEXTOS AUTORITARIOS
Democracia en Cuba: Un animal muerto en el cañaveral
Por: Ariel Maceo Téllez*
Febrero 2020
Vistas
*Periodista y fotógrafo
Encontrar Democracia en Cuba es difícil. Son los 12 trabajos de Hércules, Pelear contra los Alemanes en Somme, comprar puré de tomate. Una misión imposible.
La Democracia en Cuba murió con el mismo triunfo del ejército rebelde en el año 1959. Porque, si bien los objetivos eran derrocar la dictadura de Batista, instaurar la constitución del 40 y convocar elecciones generales, de todos estos solo se cumplió la derrota de Batista, quien no fue perseguido ni juzgado como sus seguidores, quienes en su mayoría fueron fusilados. Batista murió de forma tranquila, varios años después en España.
Partiendo de esto, Cuba se convirtió en una dictadura comunista con tres bases fundamentales para poder mantenerse durante más de 60 años en el poder: represión, adoctrinamiento, y miedo.
La represión en Cuba ha sido una de las más crueles del mundo. Cualquiera pensaría que eso no tiene sentido, aún lo siguen pensando, pero los hechos están ahí, y enumerarlos es cosa fácil. La revolución nunca ha podido esconder sus actos, la verdad, lo intentó durante muchos años, hasta que se rompió el cerco y el cubano promedio llegó a internet.
El gobierno cubano le cortó las alas a sus ciudadanos, una acción que se volvió audaz con el paso del tiempo y, sobre todo, certera.
Hoy, 61 años después, la policía política cubana es un monstruo que no descansa, no respira y no come, pero siempre está ahí, a la sombra, esperando que surja cualquier movimiento insurreccional para desactivarlo por completo. Destruye familias, separa personas, pone a pelear a unos con otros, los tortura, les inocula enfermedades mortales, los asesina, los exilia, los encarcela a través de delitos comunes, les hace mitín de repudio. Y, luego, el gobierno cubano, cuando es cuestionado en la ONU sobre los diferentes actos en materia de violación de derechos humanos, miente. Miente impunemente. Y los altos directivos de la ONU se quedan callados porque ellos son cómplices, incluso víctimas, de una represión que no solo tiene arraigos en la Isla, sino que se extiende como una hierba mala por todos los continentes de este mundo.
Lo siguiente sería el adoctrinamiento. El ejemplo más claro es el que tiene el cubano desde sus primeros años de vida, cuando entra a la escuela primaria. Todo se resume a una frase simple, que encierra en sí misma el terror de una nación que naufraga todos los días. “Pioneros por el comunismo, seremos como el Che”, da escalofríos ver y escuchar a nuestros niños y niñas recitar esas palabras, sabiendo el daño que el comunismo le ha hecho al mundo y, sobre todo, a Cuba.
Millones de muertos, sumando también los de Cuba, muertos que empezaron con esos fusilamientos en pleno 1959, que convirtieron a la Isla en un gran charco de sangre.
¿Qué se puede esperar de un país en el que existió la parametrización, las UMAP, el diversionismo ideológico?, ¿una manada de ovejas con la cabeza baja pastoreadas por un oficial del G2?
El adoctrinamiento en Cuba tiene raíces profundas. El cubano siempre ha tenido que ser políticamente correcto. “Con la revolución todo, contra la revolución nada”, dijo Fidel Castro una vez para sepultar con eso cualquier vestigio de democracia.
El cubano dejó de hablar de política. Comenzó a abrazar la miseria, a creerla necesaria. El cubano dejó de cuestionarse. Comenzó a echarle la culpa al bloqueo norteamericano, a levantar la mano en las reuniones del Partido, el único partido, omnipresente. Y todo esto, mezclado con el miedo.
El miedo, el último de los tres factores fundamentales de este artículo, que habla sobre la Democracia en Cuba, y que no aparece por ninguno de estos párrafos, porque en Cuba no hay Democracia. El miedo, es el peor de todos esos elementos que se convirtieron en una plaga que absorbió a Cuba y la dejó desnutrida. Un animal muerto en medio de un cañaveral, y bajo un sol caribeño.
El miedo hizo que pasaran 26 años desde la última manifestación popular contra la dictadura comunista. En agosto de 1994 murió la gran oportunidad de varias generaciones de cubanos de salir a tomar la calle, a pelear.
El miedo hizo que los cubanos y cubanas comenzaran a hablar bajito dentro de su casa, que dejaran de tener contacto con sus parientes o amigos de afuera. El miedo les hizo creer que los derechos humanos eran algo malo, al punto tal de no mencionarlos, y, peor, no reconocerlos. El miedo se coló en el imaginario colectivo y le ha hecho creer a todos que el país no puede cambiar. De hecho, para muchos cubanos es preferible quedarse así como están, a que llegue el cambio y sea peor.
Puede que esto último suene exagerado, pero esa es la triste realidad que nos alberga. La palabra Democracia es solo una muletilla en el noticiero nacional y en las sesiones de la Asamblea Popular.
El gobierno ha prostituido la palabra Democracia para su conveniencia y, de esa manera, hacer y deshacer en el escenario internacional.
Cuba como país, es un edificio que se derrumba de a poco todos los días. No es capaz de sostenerse a sí mismo. Por lo que necesita de otros actores internaciones para legitimar una dictadura comunista en un país que, a pesar de ser una isla pequeña en medio Caribe, llegó a ser una república regida por una de las constituciones más avanzadas de su época.
Mientras tanto, 61 años después, en medio de un malestar generalizado dentro de un país animal muerto en un cañaveral, la Democracia, ya no solo como palabra, se vislumbra como un halo de luz que muchos quisieran alcanzar, pero antes, hay que pelearla. Porque no alcanza con solo desearlo y quedarse esperando tampoco es conveniente, porque la espera es la forma más triste de morir. Y este país lleva esperando demasiado tiempo, o muriendo, que es lo mismo.