FORO CUBANO Vol 5, No. 41 – TEMA: LA DEFENSA DE LOS DERECHOS HUMANOS EN UNA DICTADURA–
El camino a la defensa
Vistas
Por: Melanio Escobar
Febrero 2022
Melanio Escobar narra su acercamiento a los Derechos Humanos de manera anecdótica a partir de su historia y sus experiencias de vida, destacando el cambio en su imaginario y su concepción sobre estos temas.
No sabía que eran los Derechos Humanos, sinceramente no tenía ni idea de que trataba el tema, la única referencia que venía a mi mente, de forma muy vaga, era la de algún académico de edad madura hablando de cosas tan profundas y abstractas para mí que no le pude prestar la atención necesaria cuando lo vi hablar en mis tiempos de estudiante universitario, aun así hoy día puedo decir con propiedad de causa y efecto que fui, soy y seré, un no muy convencional, defensor de esos tan famosos e ignorados Derechos Humanos.
Empecé a trabajar desde muy joven… más que por necesidad económica era por una necesidad espiritual, no vengo de una familia adinerada, pero techo y comida en la mesa nunca hicieron falta. En mi vida, sin embargo, a los 14 o 15 años estaba haciendo pulseras y vendiéndolas en una de las zonas más bohemias de la ciudad de Caracas, Venezuela. Quién en ese momento fue mi mentor en el área, era un hombre de unos 45 años, que estaba en silla de ruedas por un accidente que había tenido mucho tiempo atrás, llevaba el cabello largo y sucio siempre, pero que, mientras me ensañaba sobre orfebrería artesanal también me hablaba a cada rato de presos políticos, persecución de las ideas y un montón de cosas que me llamaban la atención, pero como escribí en las primeras líneas, no entendía o no quería entender.
En ese ambiente, dónde D'artagnan, -así le decían todos en Bellas Artes a mi mentor-, aprendí a moverme en la realidad de la calle, a conocer cosas que no eran sencillas de procesar para un adolescente, pero que definitivamente me dejarían marcado de por vida, tanto así que ahora a mis casi 36 años todavía las recuerdo y escribo en este texto, y aunque hasta ahora parezca un “memoria y cuenta”, no lo es, realmente es una reflexión, un ejercicio que en algún punto todos deberíamos hacer para tratar de entender quiénes fuimos, somos y tratar de predecir que seremos, porque lo que aprendí en esos pasillos llenos de música, arte y filosofía son principios que todavía hacen presencia silente dentro de mis procesos de decisión y estrategia política.
Y es que los defensores de Derechos Humanos venimos en todas las formas y tamaños, y muchos lo somos sin saberlo, ahí radica el predicamento que considero debilita la fortaleza del ecosistema de la sociedad civil organizada, y es que en muchos casos no tenemos idea de qué es lo que estamos viendo, haciendo, o debemos hacer ante situaciones que por sentido común básico nos parecen incorrectas o que no deberían ser, pero no podemos explicar con palabras el por qué. Por eso la educación es tan importante, por eso los años que me críe con la dura cultura de la calle fueron tan necesarios para lo que depararía el destino para mi vida, por eso es que el conocimiento sobre los Derechos Humanos, la cultura de paz, el antimilitarismo y muchas otras vertientes tienen que enseñarse constantemente en todos los lenguajes posibles, y no hablo de castellano, inglés, o mandarín, hablo de la pedagogía utilizada a la hora transmitir la información para que llegue a todas las personas, en diferentes formatos para que cale en la mayor cantidad de gente posible, para que sin importar sus antecedentes académicos, sociales, económicos o culturales puedan comprender sin que se sienta una conversación fría y distante.
Siento que mi existencia ha sido un constante paralelo, porque en mi búsqueda incansable por descubrir quién soy y cuál es mi papel en la sociedad he experimentado con diferentes cosas. Fui artesano, cantante de punk por años, actor de novela, animador de radio y televisión, productor de conciertos, periodista destacado, profesor universitario, artista, autor publicado, he sido todo lo que he querido ser y todavía me sigo descubriendo a través de la paternidad, la familia y la sobriedad, y puedo decir que todos, absolutamente todos los caminos que he recorrido han alimentado mi trabajo como director de RedesAyuda, una de las organizaciones más relevantes en temas de libertad de expresión, derechos digitales y seguridad digital de la región latinoamericana, una ONG que nació de la causalidad y la casualidad, porque fue en el año 2014, gracias al gran levantamiento social en contra del régimen de Nicolás Maduro, cuando me di cuenta qué todas esas enseñanzas que había acumulado durante mis años de vida, eran útiles para tratar de minimizar el impacto de la represión desmedida que sufría la población que se atrevía a clamar libertad en el asfalto citadino.
Las dictaduras, pero en especial la de Venezuela, son una tragedia continuada, con una característica muy particular que la hace aún más difícil de describir, descifrar, y por lo tanto de atender, y es que es extremadamente fácil de evolucionar, cambiar, mutar… las condiciones de ayer, no son las de hoy y probablemente no sean las de mañana y eso nos ha forzado como sociedad a desarrollar una capacidad de resiliencia nunca antes vista entre nuestros pares. Nos convirtió en lo que somos hoy, los sobrevivientes de la crisis humanitaria más compleja que ha experimentado Latinoamérica, donde más de 6 millones de personas han escapado de la barbarie a través de nuestras fronteras y que sin lugar a duda será recordada en los libros de historia como un gran fracaso de las fuerzas democráticas mundiales, como el fracaso con Cuba o Nicaragua, como el fracaso de lo que hoy sucede en Ucrania.
Pero si algo he entendido es que no somos superhéroes, no somos inmortales e invencibles, somos seres humanos con la capacidad interna de explorar nuestros conocimientos y habilidades en búsqueda de las herramientas necesarias para mermar los efectos de las crisis en nuestros entornos, crisis que tienen diferentes niveles, y por tener diferentes niveles necesitan de distintos tipos de tratamientos… por eso mi camino de vida estuvo lleno de experiencias que me llevaron a la defensa de los Derechos Humanos, porque todo lo que aprendí ahora lo utilizo a diario.
Defensores podemos ser todos, solo tenemos que identificar qué nos mueve, qué nos apasiona, qué manejamos, qué conocemos y emplear esas herramientas para la resolución de conflictos y planeamiento estratégico. Desde el pintor que comienza a usar su pincel para retratar la paz, pasando por el abogado que decide litigar en casos de injusticia judicial, el ancla que decide difundir las causas, el joven artesano que ahora es un reconocido periodista, todos tenemos en nuestra cabeza la capacidad de hacer un cambio, es solamente darnos la oportunidad de descubrir si también tenemos la voluntad de servir.