FORO CUBANO Vol 4, No. 33 – TEMA: APARATOS CULTURALES Y DE PROPAGANDA EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE–
El noticiero ICAIC latinoamericano. Un arma ideológica de grueso calibre
Por: Fidel Gómez Güell
Junio 2021
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La propaganda ideológica ha sido un elemento esencial para impulsar la narrativa revolucionaria. Aquí un abordaje del Noticiero ICAIC como una de las herramientas principales para adoctrinar y manipular la visión política de los cubanos
El primero de enero de 1959 triunfa la Revolución -inicialmente socialdemócrata- de Fidel Castro y los rebeldes. Desde los primeros días del gobierno revolucionario se comprendió que era necesario crear un instrumento de propaganda y divulgación que mostrara la realidad a través del prisma de los jóvenes guerrilleros en el poder. Así se funda el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), estrechamente vinculado al mando militar en un inicio. “Creado en forma de Ley el 24 de marzo de 1959, el Instituto comenzaba sus actividades desde la Dirección de Cultura del Ejército Rebelde, (…). La actividad para la que fue pensado el ICAIC solo se pudo iniciar a través del trabajo —y sustento económico— con el Ejército Rebelde” (Del Valle, 2008).
Bajo la dirección del estricto militante comunista Alfredo Guevara, el nuevo instituto se iba a convertir en el órgano regulador de cuanto producto audiovisual se creara en Cuba, funcionando como una especie de filtro ideológico que decidiría lo que tenían que ver los cubanos y lo que estaba prohibido o resultaba provocador. Así, daba sus primeros pasos un aparato estatal de censura que luego alcanzaría magnitudes desproporcionadas y aún hoy, mantiene el control absoluto sobre los creadores y las instituciones culturales del país caribeño.
El caso más conocido de las primeras maniobras autoritarias emprendidas por este mecanismo, en los años iniciales del régimen, es el del cortometraje “PM” (1961), de los realizadores Sabá Cabrera Infante y Orlando Jiménez Leal, que no hizo más que mostrar con un estilo desenfadado y realista, algunas escenas de la vida nocturna en los bares adyacentes a los muelles de La Habana. Sin embargo, fue tachado de diversionista, no tanto por lo que mostraba sino, -cosa inverosímil- por lo que dejaba de mostrar.
Para esa fecha comenzaba a vivirse en el país un intenso pensamiento de “plaza sitiada”, debido a la radicalización de las medidas revolucionarias, y la creciente hostilidad de la política norteamericana. Justo la argumentación del ICAIC en ese Acuerdo que prohíbe el corto documental no puede ser menos elocuente cuando explica “prohibir su exhibición, por ofrecer una pintura parcial de la vida nocturna habanera, que empobrece, desfigura y desvirtúa la actitud que mantiene el pueblo cubano contra los ataques arteros de la contrarrevolución a las órdenes del imperialismo yanki” (García Borrero, 2015).
Con este suceso quedaba claro que el nuevo sistema se reservaba el derecho al monopolio sobre las lecturas públicas de la realidad. Ya en ese año no existía vestigio de prensa libre en Cuba. La propaganda política abarcaba todas las esferas de la producción cultural e intelectual del país. Un año antes de lo ocurrido a “PM”, en junio de 1960 se había creado “El Noticiero ICAIC Latinoamericano”, dirigido por Santiago Álvarez bajo la tutela de Alfredo Guevara, esta pieza de la propaganda comunista ha sido, a nuestro juicio, el más sugestivo y eficaz de todos los materiales político-ideológicos creados por la Revolución con el objetivo de adoctrinar y manipular a las masas.
Las nociones más viejas y románticas sobre el significado del proceso revolucionario, sobre la singular relación hipnótica entre Fidel Castro y las masas o sobre los nuevos linderos establecidos por la moralidad militante del sistema, se fundaron en el acto de consumo masivo de los capítulos del Noticiero ICAIC y de algunos documentales que seguían la misma línea discursiva. El Noticiero se repartía a los más de quinientos cines de todo el país, se proyectaba con frecuencia semanal y tenía una duración en pantalla de unos diez minutos, salvo determinadas excepciones, que podían alcanzar hasta veinte. Son algunas de sus emisiones ejemplos insuperables de cómo se debe diseñar la propaganda política con el objetivo de alcanzar al mayor público posible y lograr que la obra posea un aura de atemporalidad. Cada capítulo se elaboraba bajo la premisa de que pudiera ser visto dentro de varios meses o años sin perder su vigencia. El Noticiero fue la crónica audiovisual de los sesenta en Cuba y por tanto la mayoría de los cubanos forjaron su visión política del mundo y de la Revolución, al ritmo de su apasionada representación de la realidad.
En la revista Cine Cubano, el órgano de pensamiento del ICAIC se autoproclamaba: “si quisiéramos en unas cuantas horas ver nuestra Revolución bastaría acudir a una sala cinematográfica y proyectar una amplia selección de documentales y números del Noticiero ICAIC. (Del Valle, 2008)
Se apelaba sin escrúpulos a la sensibilidad popular. El uso de la música dramática y las imágenes explícitas, acompañadas de la narración emotiva de una voz en off, reforzaban las ideas que comenzaban a tomar forma en el imaginario colectivo sobre una Revolución hermosa y justa enfrentada al monstro “revuelto y brutal” (concepto originalmente martiano), encarnado en el “imperialismo yanqui”. De hecho, este tipo de asociación cristalizó entre la población en forma de “código cultural” (entendido en el sentido que le confiere el antropólogo Clotaire Rapaille) identificando nuestra historia contemporánea con el mito del joven héroe David que desafía al soberbio gigante Goliat en una lucha a muerte por la supervivencia y la justicia.
Los realizadores del Noticiero se percataron bien temprano del enorme capital simbólico con que contaban y fueron dirigiendo a las masas por el camino que la máxima dirección del régimen necesitaba en aras de afincarse en el poder y eliminar a sus competidores políticos. El odio hacia Estados Unidos y el permanente estado de alerta eran elementos necesarios para el buen funcionamiento del aparato propagandístico y, por tanto, se utilizaban esmeradamente en los momentos en que la situación interna lo demandaba.
La emisión #46 del Noticiero, difundida el 17 de abril de 1961 decía en una nota relacionada con el incendio de la tienda habanera El Encanto:
Mientras un pueblo pacífico se dedica al trabajo, a la construcción de una patria nueva, manos asesinas colocan bombas incendiarias de fabricación yanqui en el encanto nacionalizado, (…) no les importa la vida de niños, mujeres y ancianos, no les importa la vida de nuestros obreros, (…) con estos actos de barbarie, el imperialismo yanqui pretende destruir nuestras riquezas nacionales y paralizar la producción y promover la escasez, han perdido hasta la última esperanza de confundir y movilizar traidoramente a la opinión pública, por eso se lanzan cargados de odio al terrorismo asesino, a la violencia y a la agresión. (Noticiero ICAIC Latinoamericano, 1961)
Aunque se ponga énfasis en la vinculación del “imperialismo yanqui” con los trágicos sucesos, lo cierto era que la mayoría de los atentados ocurridos durante aquella época, fueron perpetrados por los mismos cubanos -de tendencias socialdemócratas- que, en su tiempo, también lucharon contra Fulgencio Batista y ahora se oponían a la radicalización del régimen, entregado de forma gradual a los intereses comunistas de corte soviético. Sin embargo, para los objetivos de la Revolución y por tanto del Noticiero ICAIC era mas provechoso embutir todos estos hechos en una misma morcilla informativa que mostraba una imagen de muy baja resolución de la realidad pero que los cubanos degustaban eufóricos a paso de conga, vociferando estribillos como: “Somos socialistas pa´alante y pa´alante y al que no le guste que tome purgante”.
El mito de la Revolución Cubana cobró fuerza con los años; el Noticiero jugó un papel fundamental en la construcción de la narrativa revolucionaria durante las tres décadas que salió al aire. Muchas de las nociones ideológicas que utiliza hoy el aparato propagandístico estatal para inmovilizar las voluntades de los cubanos son las mismas que se crearon en los sesenta de la mano de Santiago Álvarez y Alfredo Guevara. De hecho, cuando la situación en el país comienza a caldearse, el partido comunista arrecia la campaña permanente de propaganda ideológica, llevada hoy de la mano con la prensa oficialista, cuyas tribunas más importantes para ejecutar tan innoble misión son las Redes Sociales, la emisión estelar del Noticiero Nacional de Televisión y el anodino espacio televisivo La Mesa Redonda, aunque existen muchos otros escenarios de diversa naturaleza.
Es tan poderosa la impronta que aquellos capítulos iniciales del Noticiero ICAIC dejaron en los cubanos, que seis décadas después aún se utilizan fragmentos de sus emisiones para apuntalar las viejas consignas que componen el cuerpo discursivo del oficialismo. Con frecuencia se retransmiten sugestivos clips de video extraídos de los episodios sesenteros más populares, sabiendo que ellos activan de manera automática, la vinculación emocional de los cubanos “comprometidos”, con la cáscara vacía de contenido que es hoy la Revolución. Recuérdese que para los cineastas y creadores militantes de aquella época:
El cine era ese “medio de gran impacto emocional en las masas. […] arte de masas, con todo lo que esto representa políticamente. […] un arma ideológica del más grueso calibre”. (Gutiérrez Alea, 1960; Del Valle, 2008)
Durante muchos años, la pregunta ¿qué es lo que realmente mantiene al régimen en el poder? ocupó a los “cubanólogos” de diversa naturaleza, quienes formularon hipótesis como: “las ayudas de la Unión Soviética”, “la autoridad de Fidel Castro” o “el bloqueo de la información por parte del partido comunista”. Sin embargo, la historia ha demostrado que estos elementos, importantes sin dudas, no son el verdadero aglutinante de fondo que mantiene a un gran segmento de la población cerrando filas junto a la élite en el poder, incluso bajo las condiciones más precarias.
Desintegrada la URSS desde hace treinta años, Fidel desaparecido y ganado cierto acceso a internet dentro de la isla, -que permite consumir un considerable volumen de información e interactuar en tiempo real con plataformas opositoras o independientes-, es indudable que algo más profundo opera en la psique de los cubanos y en la consciencia colectiva que impide alcanzar la masa crítica necesaria para operar el cambio.
Una explicación podríamos encontrarla en la poca disposición de la masa a abandonar voluntariamente el sistema de creencias y significados formados durante el proceso revolucionario, con el que la mayoría de los cubanos se perciben y orientan en su realidad inmediata. Lo que llamamos la adhesión axiomática a la narrativa revolucionaria, que es a grandes rasgos, una herramienta ideológica para interpretar el mundo. Conformada por infinitos elementos, ideas y asociaciones simbólicas, como esas que construyó la propaganda y el cine militante durante tantos años, es esta narrativa el elemento central de la dictadura comunista.
El sistema educativo, la propaganda política, los medios de difusión, las instituciones culturales y las organizaciones de masas, no son sino afluentes que tributan al mantenimiento y actualización permanente de este relato parcializado de nuestra realidad, hilvanado desde los tiempos fundacionales de la Revolución por las principales cabezas del régimen y la vanguardia intelectual, contando con el entusiasmo de una buena parte de la ciudadanía. Es, por tanto, el pueblo atrapado en su propio mito, que podrá ser superado solo mediante el debate público liderado por la intelligentsia, la educación de calidad en todos los niveles y el acceso libre a la información, en un ambiente de tolerancia y respeto por las diferencias.
Referencias
Del Valle, S. (2008). Cine y Revolución. La política cultural del ICAIC en los sesenta. Perfiles de la cultura cubana.
García Borrero, J. A. (2015). Provocaciones en torno al cortometraje documental cubano en los años sesenta y setenta. Imagofagia. Revista de la Asociación Argentina de Estudios de Cine y Audiovisual. (12).