TEMA: SOCIEDAD CIVIL EN CONTEXTOS AUTORITARIOS
El papel del ciberactivismo en la lucha por la democracia
Por: Marta Gaba
Febrero 2020
Vistas
El mundo se muestra azorado por las manifestaciones y las acciones ciberactivistas que se han producido en los últimos años en Egipto, en Europa, en Latinoamérica, en el mundo. Periodistas y políticos se asombran porque las personas salen a la calle, porque no presentan una queja unificada, porque se convocan a través de las redes sociales y se comportan con una lógica fragmentada conforme los distintos grupos de manifestantes. Parece que no se han dado cuenta que estamos viviendo en un nuevo escenario en donde ya no funciona un canal único de expresión. Existen múltiples problemas, múltiples reclamos sociales, múltiples formas de hacerlos visibles. Utilizar las redes sociales no se trata sólo de un pasatiempo: constituyen también la posibilidad de multilocalizar nuestros mensajes, colectivizar nuestras emociones y atemporalizar las conversaciones. Jamás se había tenido la posibilidad de pensar algo, escribirlo, publicarlo en el momento y compartirlo de inmediato con miles de personas para incidir en las acciones de gobierno. La tecnología le abrió paso al ciberactivismo y ya ningún atropello puede quedar oculto.
Pero el ciberactivismo no es algo nuevo: podemos rastrear ejemplos tempranos en 1990 (el llamado Caso Lotus) y recordar las acciones de comunicación utilizando novedosas herramientas digitales que realizaba el ejército zapatista desde la Selva Lacandona a fines del siglo XX. En los últimos años se han producido importantes acciones ciberactivistas, como, por ejemplo, las Revoluciones de Colores y la Primavera Árabe, las manifestaciones convocadas contra la OMC y las diversas protestas que se activan en minutos a través de la viralización de las convocatorias. Se han puesto en funcionamiento servidores alternativos (como nodo50.org y sindominio.net), hacklabs, se realizan hackmeetings y surgen proyectos colectivos de comunicación popular que se expanden a través del uso de TIC y que son fuente de muchas acciones ciberactivistas.
Antes de avanzar con nuestro tema, que es el papel del ciberactivismo en la lucha por la democracia, considero importante señalar que en la bibliografía existente encontrarán referencias a la desobediencia civil electrónica, al hacktivismo, al activismo digital, la protesta civil electrónica, a la social netwar y al ciberactivismo como formas que eligen los activistas para hacer presentes sus reclamos en la red. No desarrollaré las similitudes, diferencias y definiciones de aquellos conceptos en este artículo, pero es importante que el lector sepa que puede encontrarse con ellos utilizados, a veces, de manera indistinta.
¿Qué papel ha jugado (y juega) el ciberactivismo en la defensa y promoción de la democracia? Creo que uno de los logros fundamentales es hacer visibles los ataques a la democracia, de manera tal que las injusticias trasciendan a la comunidad global y se pueda brindar ayuda humanitaria, incidir en la política internacional o generar procesos de diálogo entre los distintos actores. A veces resulta muy difícil defender los derechos civiles, políticos y humanos dentro de los territorios sojuzgados por regímenes autoritarios, pero, justamente por su carácter global y multilocalizado, las redes sociales pueden convertirse en el canal difusor y amplificador de las demandas.
Sin abundar en los muchos ejemplos históricos, voy a señalar cinco características que considero fundamentales en las acciones ciberactivistas que han llevado a conseguir resultados concretos en la defensa de la democracia. Vale acotar que en varios de los casos que se conocen como paradigmáticos, el escenario político fue mutando y muchos de los logros conseguidos se vieron diluidos en la coyuntura de los distintos países. Pero aquellos objetivos que los activistas se habían propuesto en primera instancia fueron alcanzados, en gran medida, por el desarrollo e implementación de estrategias ciberactivistas. Las cinco características son:
Voluntad de incidir sobre decisiones gubernamentales: La acción ciberactivista debe tener un objetivo concreto que movilice a las personas: incidir sobre decisiones gubernamentales que afectan a los ciudadanos. La simple convocatoria para reunirse en el espacio público sin un objetivo específico y poderoso no tendrá mayores resultados.
Narrativa clara y convocante: El secreto del éxito cuando comunicamos en redes sociales es saber contar historias. Desde siempre hemos contado cuentos e inventado relatos sobre todo tipo de situaciones: eso es lo que hay que hacer cuando se comunica en la red.
La información acerca del número de asistentes a una marcha o sobre la cantidad de presos políticos o sobre del monto de los sobornos que han recibido determinados funcionarios se olvida fácilmente. Incorporemos esos datos a una historia y las personas tenderán a sentirse identificadas. Los ciudadanos que asisten a una marcha lo hacen porque cada uno tiene una historia acerca de un derecho afectado: eso nos interesa más que la cifra en sí misma. Es importante conocer el número de presos políticos pero las personas recordarán más la historia de la persona que está encarcelada por defender sus ideas. El monto del dinero de un soborno puede traducirse en la cantidad de hospitales o escuelas que dejaron de construirse y vincular esos datos con comunidades concretas y personas reales.
Visibilización de las demandas: Las acciones ciberactivistas son útiles para hacer visibles de manera global y local (glocal) las necesidades insatisfechas y los derechos vulnerados de la población: puede tratarse de ataques a la libertad de expresión, falta de políticas de empleo efectivas, elecciones poco transparentes o arbitrariedades en el trato con la oposición, por ejemplo. Situaciones que creemos conocidas por todos tal vez no lo sean y la posibilidad de hacerlas visibles tornan a las herramientas digitales que utiliza el ciberactivismo en aliadas poderosas para generar empatía, solidaridad y apoyo a las distintas causas.
Utilización disruptiva de herramientas digitales: La disrupción implica sorprender con soluciones inesperadas. Para comprender mejor este concepto, pensemos en la innovación, que puede presentarse de diversas maneras: como innovación sustentable y como innovación disruptiva. La innovación sustentable no cambia el escenario donde opera ni desea lograr mutaciones drásticas. Puede ser evolutiva (una mejora conforme lo esperado) o revolucionaria (una mejora inesperada, pero no afecta lo existente). En cambio, la innovación disruptiva crea un nuevo estado de cosas, ya que aplica nuevos valores de manera inesperada. Y el ciberactivismo, para ser eficaz, debe ser disruptivo en la utilización de herramientas, sorprendiendo y generando impacto. Las redes sociales no fueron pensadas para convocar manifestaciones ni para monitorear acciones de gobierno, pero un pensamiento disruptivo las puso en el escenario del activismo.
Acciones de calle potenciadas por las herramientas digitales: Es importante no engañarse por la ilusión que crean las redes sociales. Convocar a manifestaciones y acciones a través de un evento de Facebook o posteos en Instagram o Twitter no significa que todos quienes reaccionaron acudan efectivamente a manifestarse. Que mil personas nos den «me gusta» no implica que habrá mil manifestantes en las plazas. El uso de las redes sociales debe contemplarse como una vía de información, comunicación, convocatoria, aliento, apoyo. Son útiles para dar a conocer acciones, mostrar su desarrollo, visibilizar las demandas, informar los resultados. Pero es necesario apoyarse con acciones que escapan del mundo digital y que se apoyan en el intercambio personal, físico, con personas de carne y hueso.
El ciberactivismo es una variante poderosa del activismo, potenciado por el uso de tecnologías digitales. De un modo u otro, todos podemos ser ciberactivistas. Donde haya una persona conectada existe la posibilidad que esa persona se convierta en guardiana de los valores democráticos y en vocera de las violaciones y atropellos a los derechos humanos, sociales, políticos, económicos y culturales.
Somos nodos de una gran red de protección que puede sostener a la democracia cuando los regímenes autoritarios quieran empujarla al abismo en un salto mortal.