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TEMA: EL PERIODO PRE REVOLUCIONARIO

La democracia Republicana en Cuba (1940 – 1962). Entrevista a Carlos Rodríguez 

Carlos Rodríguez es un académico cubano especialista en temas sobre la transición política en Cuba, movimientos sociales y competencia electoral. Es Magíster y Doctor en Investigación en Ciencias Sociales por FLACSO, Sede Académica México, y actualmente se desempeña como Profesor-Investigador en la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México. El 21 de Noviembre del presente año se reunió con el profesor Sergio Angel para conversar sobre su reciente libro: La Democracia Republicana en Cuba 1940-1952, publicado por el Fondo de Cultura Económica a principios de este año, el cual recorre históricamente el proceso de formación y formalización de este régimen en la isla. A continuación presentamos apartados de la entrevista.

Sergio Angel (S.A): Carlos, quisiera que nos hablaras de tu más reciente libro: “La Democracia Republicana en Cuba 1940 – 1952” ¿Qué te gustaría destacar de la obra? Carlos Rodríguez

 

Carlos Rodríguez (C.R): Bueno, el origen de este texto se remonta a 15 años atrás, y tuvo su primera versión como un trabajo de archivo, su primera escritura como tesis doctoral entre 2002–2004 y, durante esta última década, ha tenido precisiones con la información que extraje durante la estancia de investigación financiada por la FLACSO Sede Académica México en la Librería del Congreso en Washington D.C., donde trabajé con prensa de época (1939-1952), además de los Códigos Electorales Republicanos (1919, 1939, 1943), y censos estadísticos y electorales de fuentes primarias.

 

El objetivo fundamental de la obra es desmisticar la visión de la Constitución de 1940, instrumento jurídico propio del liberalismo social de la época que rigió en Cuba fruto de una convocatoria constituyente plural e inclusiva en 1939, donde participaron diversos actores políticos, partidos de la derecha tradicional (Demócratas-Republicanos, Unión Nacionalista) encabezados por líderazgos propios de la I República (1902-1933), y partidos de izquierda que habían estado proscritos, como el Partido Comunista Cubano, así como el partido nacional reformista de centro con vocación mayoritaria, el Partido de la Revolución Cubana (Auténtico).

 

En 1991 ante la caída de la Unión Soviética, cuando comienza la gran crisis en Cuba, hubo sectores en el exterior, e incluso al interior, que vieron en la Constitución de 1940 un mecanismo para restituir el orden político democrático futuro. Sin embargo, el libro demuestra que el orden constitucional de entonces no logró producir mecanismos de legislación secundaria ni operó como un marco regulatorio funcional y dinámico para incentivar relaciones cooperativas entre los poderes ejecutivo y el legisltativo bicameral.  El sistema electoral del periodo es otro elemento importante, pues las reglas mayoritarias que lo caracterizó producian incentivos para ganadores y perdedores absolutos, lo que constituyó un mecanismo de presión a la coordinación electoral de los actores.

 

El libro analiza, a partir de la crisis institucional de 1933, provocada la revolución de ese mismo año, el derrocamiento del gobierno del liberal Gerardo Machado, la crisis institucional posterior 1933-1936, la emergencia de un nuevo clivaje que dio lugar a nuevos actores. En efecto, la tensión cívico-militar tuvo su representación en una nueva generación de políticos; por un lado, un grupo de sargentos jóvenes cuyo líder mas descollante fue la figura de Fulgencio Batista, que marcaría la historia posterior, y por otra, el activo movimiento estudiantil de 1933 y su líder histórico Ramón Graú San Martin como solución civilista al conflicto.

 

Es un texto documentado que analiza con herramientas de la Ciencia Política el diseño institucional del periodo y el comportamiento político de los actores, sus decisiones e interacciones electorales, tratando de evitar cualquier tipo de sesgo ideológico. Tuve incluso la posibilidad de entrevistar en el 2002 en Miami a algunos políticos importantes como Santiago Rey Pernas, un ex senador conservador republicano de la Primera República con una activa vida política y legislativa durante el periodo, y a Emilio Ochoa, que fue el compañero de fórmula electoral de Eduardo Chibás por el Partido Ortodoxo para la elección de 1952; ambas entrevistas me permitieron contextualizar y centrar muchos de los textos testimoniales de políticos de la época, escritos desde la Florida.

 

Así, el texto analiza el diseño institucional y, por otro lado, las estrategias electorales de los actores y el resultado fue producto, no solo de la configuración institucional republicana, sino también de las decisiones que tomaron los actores cuyo descenlace imprevisto e indeseable fue el golpe de estado de 1952 por Fulgencio Batista y demás actores leales. El texto se imbrica dentro de los estudios sobre presidencialismos latinoamericanos inaugurados por la clásica tesis de Juan Linz sobre los peligros de esta forma de gobierno frente a los regimenes parlamentarios, donde el caso cubano era omiso, de ahí su relevancia. Además, su consulta resulta obligada para los estudiosos la historia política latinoamericana en general, para especialistas en sociología política, y, sobre todo, para reactivar el debate sobre la historia de las instituciones políticas de larga data en Cuba.

 

S.A: Carlos ¿Por qué utilizar la expresión Democracia Republicana y no Democracia Liberal por ejemplo?

 

C.R: Porque la Constitución de 1940 establecía que Cuba era una República unitaria, democrática y plural, entonces nos pareció que el término republicano evocaba esos principios constitutivos del liberalismo, original de las primeras repúblicas. Recordemos que el origen de esta discusión está en la Constitución de Filadelfia de 1787, y tiene que ver con toda una serie de principios constitutivos de la República, como la distribución y el equilibrios entre poderes, el enunciado de las libertades, el reconocimiento de algunas como la libertad de organización y de participación política, el habeas corpus, etc. En este sentido, también hay un componente interesante de la historiografía cubana, sobre todo en Cuba, cuando se estudia la historia anterior a 1959 se define como la historia de la República, adjudicandole un sentido peyorativo y descalificador, marcado por la corrupción política de las elites, la explotación del sector obrero, la exclusión de amplios sectores de la participación electoral, el intervencionismo ‘yanki’, etc. El texto intenta recuperar estos doce años de democracia representativa multipartidista en la historia política cubana como un momento fundante e importante.

S.A: En el periodo que va de 1940 a 1952 los partidos políticos tuvieron un rol muy importante, pero, sobre todo, la muerte de Eduardo Chibás fue bien determinante para lo que serían esas elecciones previas y el golpe de estado de Batista, ¿Por qué la apuesta por hacer un “lavado de cara histórico” de ese periodo de 1940 a 1952?

 

C.R: Como te comentaba, el periodo no merece estar absolutamente descrito desde una perspectiva tan simplificadora y estereotipada por un lado, por el discurso oficial cubano a partir de 1959, y por otro, por el abordaje de la historiografía oficial. Ambos enfoques pecan de mirar el periodo desde la ‘circunstancia revolucionaria’ posterior, por tanto, con un enfoque totalmente ideologizado, sin los instrumentos analíticos de la ciencia política contemporánea. Una de las revelaciones del libro – al menos para mí- ha sido constatar que no somos tan ‘excepcionales’, pues estos doce años de democracia multipartidista –los únicos en nuestra historia política- estuvieron condicionados por las dinámicas políticas e internacionales de los años 30’ y 40’ en América Latina: reformismo social, emergencia de grandes partidos nacionalreformistas de centro, gobiernos populistas, gran activismo sindical, estrategias electorales de los Partidos Comunistas bajo la égida de la Cominter hasta 1946, el ejército como un fuerte actor político, gran activismo social y político, fuerte presencia de la diplomacia de Estados Unidos en las dinámicas políticas internas, el anticomunismo de la posguerra, etc.

 

La corrupción de los gobiernos auténticos y la degradación política (compra de votos, sargenterias partidistas o clientelismo) no fue ausente al periodo, pero no explica por si mismo la ruptura de 1952. Además, el diseño institucional plural y participativo, y la gran diversidad de personajes inéditos, interesantes y complejos con motivaciones disímiles según el contexto de la época, que forman parte de la narrativa aportan una visión más balanceada y sustantiva de esta experiencia democrática y su ruptura. Uno de los personajes más controvertidos del periodo –omiso por cierto en el debate académico y político cubano- es Eduardo Chibás. Líder estudiantil en 1933, fundador del Movimiento Auténtico que dio lugar al Partido Revolucionario Cubano, figura muy cercana y fiel a Graú San Martín, senador, y posterior líder del Movimiento Ortodoxo que dio lugar al Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo). Dotado de un carácter singular de alta emotividad, Chibás sufrió el desgaste de la legitimidad del gobierno auténtico de su líder Graú San Martín hacia 1946-1948, optando finalmente por encabezar un movimiento de refundación del ‘autenticismo ortodoxo’ y crear un nuevo partido.

 

Nunca calculó Chibás las implicaciones de la fragmentación partidista que caracterizó la dinámica de competencia interpartidista hacia la elección general de 1948. Menos aún, los niveles que alcanzaría en la competencia electoral de la elección general de marzo de 1952. La revisión de encuestas electorales de la Revista Bohemia en mayo de 1951, poco antes de su suicidio, daban a Chibás el 30% de las preferencias electorales como el candidato a ganar. Su pérdida dejó un vacio inmenso en la política del momento, pero sobre todo ejerció una gran presión sobre las estrategias de coordinación electoral del PRC (Auténtico) quién logró finalmente integrar las diversas fracciones de liderazgos que lo habían abandonado, e incluso, los partidos de la derecha tradicional Liberal y Demócrata. Por su parte, ya el Partido Comunista a partir de 1946 había quedado excluido de cualquier opción de coalición electoral. En este escenario, y sin distinciones ideológicas y temáticas importantes, el candidato del Partido Acción Unitario ve reducidas sus opciones de competir con alguna probabilidad de ganar, y ahí aparece un peligroso incentivo: aprovechar el desgaste de la legitimidad de los gobiernos auténticos y aceptar la estrategia antisistema de ciertos actores excluidos. He ahí, grosso modo, la explicación del golpe de estado de marzo de 1952 que puso fin a un breve periodo de democracia multipartidista que marcaría el devenir de la historia política cubana.

 

S.A: ¿Por qué los indicadores, que miden una democracia mucho más formal (como Polity IV) no miran este periodo de manera más favorable?

C.R: Si tu revisas las estadísticas de la época, las elecciones fueron bastante competidas, con reglas electorales pluralidad, un sistema de actores moderados con una dinámica de competencia centrípeta alrededor de dos grandes coaliciones (o dos grandes liderazgos). Entre el 1940-1944 la dinámica competitiva era, prácticamente, de multipartidismo moderado, y aunque habían dos actores fuertes, se empieza a fragmentar el sistema de partidos a partir del 48 con la facción ortodoxa de Chibás.

 

Además, el contexto exterior que cambia, a partir del 1945 los partidos comunistas estuvieron excluidos de alianzas electorales por el anticomunismo, lo que hace que la coordinación electoral se volviera mucho más compleja. Sin embargo, la Constitución de 1940, era un instrumento formal con reglas generales para ordenar la dinámica política, y, entre las constituciones del liberalismo social latinoamericanas, estaba muy avanzada. Entonces, los 12 años entre 1940 y 1952 de democracia formal, son los únicos rescatables de la historia política cubana moderna del siglo XX.

 

No hay otro momento en la isla, ni en la Primera República, ni posterior, en el que podamos decir que en Cuba han existido condiciones mínimas de democracia representativa. No obstante, como he tratado de expresarte, el diseño institucional indujo comportamientos maximalistas y poco cooperativos entre los diversos actores, y sus comportamientos políticos y decisiones estratégicas condujeron al desgaste de los fundamentos de la legitimidad de estos gobiernos, así como a estrategias de exclusión hacia ciertos actores cuyas preferencias cambiaron en ese contexto político hacia la ruptura del regimen. La historia posterior la conocemos. Además, el abordaje testimonial, biográfico y excento de categorías conceptuales-analíticas de la Ciencia Política han constribuido a la exclusión del caso.

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