TEMA: EL ROL DE LA MUJER
Entrevista a Suset Sánchez
El 17 de junio, en el Museo Reina Sofía (Madrid, España) Stephany Castro (asistente editorial de Foro Cubano) se reunió con la curadora de arte Susset Sánchez, cubana radicada en la capital española, para discutir temas sobre su experiencia en Cuba durante el Periodo Especial, sus diferencias con el gobierno revolucionario y su partida a España. A continuación presentamos los resultados de la entrevista.
Stephany Castro (S.C): sobre tu vida en Cuba y el tiempo que estuviste viviendo allí, quisiera saber ¿cuál fue tu trayectoria en ese momento? ¿Cómo viviste el periodo especial en Cuba?
Susset Sánchez (S.S): Bueno, realmente en ese período yo seguía siendo adolescente. Entonces mi trayectoria hasta el momento, de una estudiante de primaria, secundaria y bachillerato, fue particular porque justo coincidió con el Período Especial. Lo que sería el bachillerato y enseñanza preuniversitaria se vieron afectadas por todas las restricciones que hubo en ese momento; se eliminaron lo que eran los estudios dentro de la ciudad, con lo cual (obligatoriamente) luego de pasar el bachillerato, si se quería acceder a la universidad había que pasar o los que se conocían como los institutos preuniversitarios en las periferias de la ciudad.
Entonces, en lo que se llamaba provincia Habana – popularmente- hice mi preuniversitario y realmente fue un período bastante difícil. Lo califíco como el periodo más duro de mi vida; incluso pensando ya a posteriori y en retrospectiva, incluyendo la etapa del exilio y la migración que son episodios bien difíciles y traumáticos, nada como este período: había un recrudecimiento de la situación económica en el país, carencia total de medios más elementales de subsistencia, estábamos hablando de días enteros sin servicio eléctrico, sin agua, con jornadas de trabajo en el campo y media jornada de estudio con una alimentación absolutamente deficiente. Sobre esto último, de los 11 días que duraba el período de internado daban sólo una mísera ración de arroz, chícharos, pura agua y ensalada de col, a lo mejor un día tenía un huevo hervido o un pescado cocido, pero era una alimentación absolutamente deficitaria y muy precaria. Además de que la carga de trabajo y estudio era demasiada para el nivel de energía que se tenía.
Eso sumado al hecho de que, en la ciudad, a la familia del estudiante que se iba a la beca (universidad) le quitaban media cuota de la libreta de racionamiento, lo que hacía más difícil la subsistencia familiar. Entonces, realmente, fue una situación muy difícil también en la Habana, pero yo lo viví todavía siendo adolescente.
S.C: ¿Cómo fue estudiar en la Universidad de La Habana ese momento? ¿Cómo veías el escenario cultural entonces?
S.S: Efectivamente el ascenso del gobierno revolucionario en el año 59, y lo que fue la década de los sesenta, fue un momento de mucha movilidad social e impulsamos proyectos, desde la universidad, que tenían que ver justamente con liberalizar, dar acceso democrático a la enseñanza pública, a la salud pública y a todos los bienes básicos. Lamentablemente esto estuvo aparejado con un paulatino crecimiento de ejercicios de censura a finales de los años sesenta, que se iba manifestando cuando se hace la declaración del socialismo en Cuba. Digamos que las vías se volvieron más duras y cerradas, por lo que todo tipo de pensamiento de disenso, plural y heterogéneo, no iba a tener cabida. Para ello están las famosas palabras a los intelectuales que Fidel Castro pronunció en la Biblioteca Nacional: “dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada”. A partir de ahí empezaron a ser más evidentes los ejercicios de censura, en donde se vieron afectados, sobre todo escritores, como Reinaldo Arenas y Heberto Padilla.
Entonces podemos decir que la censura siempre ha estado ahí. Ejemplos hay muchos, a principios de los años 80 y 90, mientras en el centro de desarrollo de las artes visuales se producía una exposición llamada El Objeto Esculturado, el artista Ángel Delgado realizó un performance donde defecaba sobre un papel periódico del Granma, órgano oficial del partido comunista de Cuba, por lo que estuvo alrededor de 6 meses en la cárcel. Así, de manera más explícita que implícita, se fueron incluyendo castigos punitivos como ir a la cárcel.
Luego, con la crisis que sobrevino con el Periodo Especial sobre Cuba, se afectaron todas facetas de la vida en Cuba; tanto la cultura como el arte cubano tuvieron que dar un giro y abrirse hacia occidente. Esto provocó, de alguna manera, que se empezara a notar cierta situación de mercado para muchos artistas cubanos que estaban siendo descubiertos. Cuba y los artistas cubanos eran, en ese momento y como lo ha venido siendo después en el ciclo, un foco de atención. Porque es que casi toda la generación de los años 80, que había emergido en Cuba con un significado de arte de vanguardia, con un sentido conceptualista y crítico volcado sobre el análisis de la sociedad, habían emigrado a México, Venezuela y a Estados Unidos. Con ello se había creado un vacío generacional sobre quienes estaban haciendo cultura, reproduciendo los significados de capital simbólico dentro del escenario del arte cubano gracias, también, a que hubo un mecanismo interno del Ministerio de Cultura y el Ministerio de Educación para fomentar la promoción y producción de esa nueva generación.
Así, justamente esa generación de los 90 realizará un comisariado de una exposición donde se presentan esos alumnos de las nuevas generaciones, cosa que luego coincide con la Bienal de La Habana, que siempre ha sido un escaparate o vidriera para observar qué es lo que está pasando desde el arte cubano. Ese fue un momento particularmente interesante, debido a que hubo gran mirada internacional sobre estas nuevas generaciones, muchos artistas pasaron de haberse graduado a tener una carrera internacional bien interesante, como lo son Carlos Garaicoa, Los Carpinteros, Tania Bruguera y otras personas que han tenido una buena visibilidad a nivel internacional.
Eso también hace que los artistas vayan acumulando un estatus de reconocimiento internacional, cosa que al gobierno cubano le interesa mucho y tiene que ver con quién está dirigiendo el Ministerio de Cultura, porque también generó un margen de tolerancia y flexibilidad para permitir a los artistas cubanos no pasar por todos los filtros que otros ciudadanos normales tenían que pasar. Es decir, había cierta flexibilidad a la hora de agilizar los procesos para que pudieran irse al exterior, hacer exposiciones, hacer residencias o recibir premios.
En Cuba siempre ha habido censura, y los artistas buscan reconocimiento también como una forma de encontrar esa protección del mercado, como una estrategia de sobrevivencia económica para poder producir su propia obra. Sin embargo, esto hace que, de alguna manera, los contenidos de las obras ya se acomoden y que los artistas sepan cuáles son los límites. Con respecto a ello, el ejemplo de Tania Bruguera resulta pertinente; la artista, que continuamente ha estado tratando de forzar los límites y que el gobierno siempre ha censurado, aprendió parcialmente cuáles son las reglas del juego. No es decir solamente que el sistema cubano es totalitario, sino saber utilizar mecanismos del mismo lenguaje artístico que tienen que ver con la metáfora, leer entre líneas para poder seguir siendo un arte crítico pero sin la evidencia que hace que el censor actúe directamente.
S.C: Entonces, ¿aprendieron a funcionar dentro del régimen?
S.S: Es que, o aprendes a funcionar dentro del régimen o simplemente no haces nada o tienes que irte. Esa es la otra opción que hemos buscado muchos: salir de Cuba para poder seguir manteniendo una posición de trabajo respecto a Cuba, siempre con presión porque incluso estando fuera tienes la preocupación sobre tu familia. Entonces, como los tentáculos del régimen llegan a muchas partes y no se quedan sólo dentro de la isla, aprendimos mucho con los años de censura, de control y de vigilancia, sobre cómo tratar de hacer un enfrentamiento que no sea tan directo, sino que busque mecanismos de supervivencia precisamente para darle vuelta al poder.
S.C: Y ¿cómo fue que decidiste venirte a Madrid?
S.S: Haciendo el servicio social, que es un ejercicio que tienes que hacer por 3 años para devolverle al régimen los años de estudio gratuitos. Para entonces, yo estaba trabajando en el Consejo Nacional de las Artes Plásticas en el Departamento de Relaciones Internacionales, que tenía que ver justamente con el observatorio de los artistas emigrados, y además, también tenía una práctica como curadora independiente. En ese momento, justo me invitan a hacer una exposición en el Centro Cultural de España, en La Habana, con la comisaria Elise Gómez; sobre esto, cabe resaltar que siempre las relaciones entre Cuba y España dependen del momento político, bien pueden ser un poco tensas o en cambio, mucho más amigables, pero siempre están fluctuando entre lo que es el apoyo y el desacuerdo. Entonces, con ella, hicimos una primera exposición antológica del video cubano, pero nos tocó en un momento de desacuerdo, por lo que, mediante una circular del Ministerio de Cultura, se le prohibió a los funcionarios (adscritos a él) colaborar con el Centro Cultural de España. Eso nos pareció absurdo y decidimos seguir adelante con la exposición; pero con ese vaivén, cuando ya me había ido dar clases en el Instituto de Cultura, sale una beca de la fundación Carolina para hacer un curso en Casa América aquí, en España. Así, gracias a que me conceden la beca, estuve un año afuera.
Luego, cuando regresé a Cuba, ya las relaciones con la institución estaban un poco tensas. Yo estuve dando clase en la escuela de instructores de arte colaborando con San Alejandro, pero el trabajo era regular. Yo era la asistente de Tania bruguera, y esa época coincide con la segunda administración Bush, cuando cierra todo tipo de ayudas culturales y empiezan a negar visados a los artistas cubanos que siempre habían tenido en Estados Unidos – su mercado natural digamos. Entonces, en ese momento tan complicado, siempre está la sospecha y el miedo que tienes cuando tu discurso es crítico frente a la institución. Allí, llegó un proyecto de una asociación francesa que estaba tratando de hacer un documental y una exposición de arte cubano, y gracias a las conexiones que logré, entro a coordinar todo el tema de la exposición. Sin embargo, en el año 2004 acababan de ocurrir los atentados del 11-m aquí en Madrid, y había ganado Zapatero las elecciones, por lo que el escenario era complicado. De manera que salí a hacer la exposición en Francia, siempre con la idea de que el escenario en Cuba era tan crítico y difícil que si veía la oportunidad de quedarme fuera lo iba a hacer, y todo se fue dando así.
De esta forma decidí quedarme, con tan buena suerte que en el año 2005 se hace un proceso de regularización para los inmigrantes que no tenían documentación y pude entrar en él y obtener la residencia. Entonces, de alguna manera fue como que se aliaron el destino con qué se yo para poder quedarme, sin embargo, siempre tuve claro que trabajar era muy difícil sobre todo cuando se trata de exposiciones artísticas. En toda la infraestructura museográfica se trabaja prácticamente con nada, tratando de sacar los recursos prácticamente de debajo de la tierra y hacer una exposición en condiciones muy complicadas, sumándole a esto el hecho de que si tú trabajas con arte crítico tienes sobre ti la espada de Damocles, de la censura, del control y de prohibición.
Entonces realmente fue una decisión meditada hasta cierto punto, pero también impulsiva al sentir que en Cuba yo iba a estar cada vez más afiliada y escribiría menos, porque de las cosas que más interesa escribir es sobre la propia realidad, una realidad muy dura, crítica y que vas a ver censurada seguramente.
S.C: Y desde que vives aquí ¿has vuelto a Cuba a ver a tu familia? ¿Ha sido difícil regresar, y luego volver a salir a Madrid?
S.S: Volver a salir no es difícil para mí porque tengo mis papeles de residente en el exterior, por eso puedo salir cuando yo quiera de Cuba pero, una vez dentro, sólo puedo permanecer 90 días en la isla. En ese sentido, entro tranquila porque sé que voy a volver a salir pero, incluso así, con esa supuesta tranquilidad de estar “fuera de Cuba”, tienes sobre ti una vigilancia que genera una especie de autocensura sobre hasta qué punto decir cosas.
Siento que no soy una persona radical, de hecho evalúo las bondades del proyecto desde mi posición de izquierda, y valoro la idea del proyecto revolucionario de espíritu de movilidad social que tuvo en su inicio, antes de todo ese lado oscuro de la censura la homofobia el racismo etc… Pero bueno, tampoco he militado nunca en ninguna asociación como crítica de arte, sino como curadora independiente, porque por mi trabajo tengo una voz crítica y exposición particular que, a la vez, es muy personal, cosa por la que tampoco soy catalogada como disidente del régimen. No obstante existe un miedo cuando vas a entrar a Cuba porque los mecanismos de censura a veces son tan burdos que aplican sobre quienes no tienen nada que ver. Es un ejercicio burdo de poder, y no solamente desde ese punto de vista migratorio, sino también desde el punto de vista de la aduana, porque cuando vas a Cuba, para disfrutar de todo, tienes que llevar medicamentos, alimento, y otras cosas elementales que para nosotros son comunes. Con todo eso, mis padres ya se han acostumbrado a verme un año de por medio, si acaso, porque en los últimos 4 no he podido viajar…
S.C: Y ya aquí en Madrid, ¿te has encontrado con estereotipos sobre los cubanos?
S.S: Hay de todo y, realmente, estereotipos hay muchísimos. Hay quienes tienen el chip post colonial y es absolutamente evidente que el hecho de ser blanca hace que te confundan con canario, pero cuando ven que eres cubana, se ve claro ese estereotipo que existe de que si eres cubano tienes que ser mulato o negro, y, además, tienes que saber bailar.
Yo no he vivido nunca un episodio de racismo y xenofobia evidente a pie de calle, porque claro me enmascaro por la calle cuando voy, pero cuando hablas ya empiezas a notar que sí hay mucha gente que te denota como emigrante o cubana. Y a hay mucha gente sensibilizada, eso sí, pero sobre todo mucho desconocimiento de los cubanos por el mito creado a partir de La Revolución. Somos como centro del mundo, pero la verdad es que hay mucho desconocimiento sobre lo que es la realidad y las formas que nos afectan del dia a día; aquí eso se desconoce por completo, sin embargo, yo he estado en colectivos de trabajo y poco a poco he ido haciendo pedagogía de la realidad. Lo que pasa es que aquí se mantiene esa idea mítica y romántica de que Cuba fue la última colonia que se perdió en el lado del Atlántico. Hay como ese sentimiento, también romántico, de extravío, pero al mismo tiempo de cierta dulcificación que tiene que ver con la experiencia propia del exilio.