TEMA: TEMA LIBRE
Entrevista Omara Ruiz
Marzo 2020
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Entrevista transcrita por Juan David Cañón
Omara Isabel Ruiz Urquiola, cubana graduada de la carrera de Historia del Arte en 1996, ha dedicado más de 20 años a la labor de docente universitaria en el campo del diseño, trabajo del que fue expulsada recientemente, el cual desempeñaba en el Instituto Superior de Diseño (ISDi) de La Habana, Cuba. Ruiz Urquiola, se reunió con el investigador principal de Programa Cuba, Sergio Angel, con el fin de discutir su experiencia en el país y demás aspectos internos de la Revolución cubana. A continuación, presentamos los apartes más relevantes de la entrevista.
S.A: Omara, ¿creíste en algún momento en la Revolución? ¿Cómo eran las cosas en tu casa? Y, ¿cómo las viviste siendo joven?
O.R: Provengo de una familia absolutamente integrada al proceso revolucionario, pero por parte de mi familia materna, mi abuelo estuvo preso, lo acusaron de ayudar a salir a un alzado en el proceso del Escambray, que fue una guerra civil y no se ha reconocido porque hubo desplazamiento humano y una serie de componentes que la catalogarían como una guerra civil. Mi abuelo nunca estuvo con la Revolución, pero tampoco estaba con la dictadura de Batista, es decir, mi familia materna no es una familia política, para nada, son campesinos prósperos. Mi mamá se fue a campamentos en contra de la voluntad de mi abuelo, se hizo maestra porque lo que hacía falta para la Revolución eran maestros.
Mi padre viene del oriente de Cuba y estuvo vinculado vendiendo bonos del 26 de julio. Él se hizo ingeniero en una academia militar en Ucrania, llegó a ocupar altos puestos dentro de la nomenclatura militar cubana, específicamente, era el jefe del Grupo de Desarrollo, es decir, el pilar tecnológico dentro del ejército cubano.
De ahí provengo, una casa donde son dos jóvenes que se casan, que están imbuidos en el proceso revolucionario. Luego, ellos empiezan a sufrir determinadas contradicciones. Ya divorciados, mi papá acabó en la cárcel con una condena de 20 años; mi mamá, se ha ido desengañando paulatinamente; y yo, he vivido esos procesos en los que me marcó mucho la adolescencia, porque, antes de ir mi papá preso, se desahogaba conmigo de las contradicciones que veía dentro de las fuerzas armadas, cosas como: fondos destinados a la inversión tecnológica dentro de las fuerzas armadas, que de momento eran desviados arbitrariamente y no se podía seguir una planificación. Luego, el tema de la desigualdad.
Mi mamá, por otra parte, compraba unos diarios soviéticos que hablaban de los procesos de la Perestroika y de la Glasnost, y la revista Sputnik, por ejemplo, cambiaba el enfoque, porque aparecían críticas duras a los líderes soviéticos. Hubo tal confusión, que profesores de la universidad hicieron una carta pidiendo que Cuba debía formar parte de esos procesos de transformación dentro del socialismo. A esos profesores los despidieron, a algunos estudiantes con la tesis lista no se las dejaron presentar. Mi mamá leía eso y esa literatura rondaba por la casa y, por otro lado, las contradicciones y la inconformidad de mi papá.
S.A: Tú, ¿podrías señalar algún momento en el cual te hiciste consciente de que “saltaste la talanquera”?
O.R: Fue gradual. Recuerdo, siendo muy joven, a mi papá todavía creyendo en el proceso, hasta estando preso, y él todavía creía que hizo algo mal. Recuerdo, en mi adolescencia, que tuvimos problemas, porque le cuestioné la adoración excesiva a la figura del Che Guevara y por qué no era así con Camilo Cienfuegos, cubano y héroe, es decir, por qué ponemos por encima de Camilo Cienfuegos al Che Guevara. Además, no me gustaba la figura del Che Guevara; hay tantas cosas oscuras alrededor de ese hombre que incluso lo que sabemos los cubanos del Che, al nivel de “la calle”, es que era un hombre extremadamente despreciativo con nosotros los cubanos, extremadamente racista, extremadamente intransigente y, nosotros caribeños, hasta cierto punto, no tenemos esas características, y él era inflexible.
S.A: ¿Por qué crees que pudiste estudiar? Con ese antecedente de tu padre, ¿no tuviste algún tipo de represalia?
O.R: Ningún tipo de problema. El tema de los estudiantes y el acceso a las universidades se hizo muy democrático a finales de la década del 80, con las pruebas de ingreso, quien en esa época me diga que fue discriminado políticamente para estudiar en la universidad, está mintiendo.
S.A: Me hablas de dos generaciones: la de tus padres y la tuya. ¿Cómo ves esta nueva generación?
O.R: Mis alumnos. Pensé durante un tiempo que estaban totalmente desideologizados y que el aparato represivo y de propaganda había logrado hacer bien el trabajo, porque la voluntad de todos ellos es irse. Pero me pasó una cosa importante en el último curso que di. En el aula, clase de primer semestre en Cultura Cubana, observo un día que mis estudiantes estaban muy inquietos, pensé que tenían un problema con alguna evaluación o algún problema de grupo que me hizo sentir incómoda. Una estudiante, que es muy fuerte, levantó la mano porque les pregunté qué es lo que está pasando, y ella me respondió: “profe, ¿cuál es el papel que nosotros debemos jugar para cambiar la situación en Cuba?”
Les dije: “lo de ustedes es ahora estudiar y prepararse, aprender inglés, aprovechar estos años y sacar lo que más puedan de ello”.
“No profe, concretamente. ¿Qué podemos hacer nosotros ahora?”, respondió.
Les dije: “esa respuesta no se las puedo dar”.
Eso no lo había visto y creo que tiene que ver con que, sabiendo mi postura, ellos hayan tomado la determinación de hacer la tontería que hicieron y sacarme de la universidad.
Ellos tienen mucho miedo porque ahora hay un tipo de joven en Cuba que se cuestiona mucho su lugar en el mundo y se cuestiona mucho el lugar de Cuba en el mundo.
S.A: Pero, también hay unos jóvenes totalmente ideologizados, los que participan, por ejemplo, en la Marcha de las Antorchas.
O.R: En muchos lo lograron, a ellos les barrieron cualquier apego real con la historia real y es tan fuerte el adoctrinamiento con una historia falsa, que estos jóvenes que están en una edad de emociones se apegan a cualquier cosa. No son malos jóvenes, pero pecan de ingenuidad. Me he dado cuenta de que, por encima de todo, son muy ingenuos; me los he encontrado tiempo después diciéndome: “profe, qué distinta es la realidad”. Me los he encontrado a muchos en Miami; lo que tienen es un sentimiento negativo, de rabia, que fueron engañados. Son ingenuos, son ignorantes; la juventud cubana es básicamente una juventud extremadamente ignorante. A diferencia de tus alumnos, que están tan imbuidos en su realidad, la realidad de Colombia y de las distintas formas que hay de ver el problema de la violencia y de la confrontación armada. En Cuba, los jóvenes viven de un espejismo, de una idea que ellos viven en una sociedad donde no tienen probablemente qué comer, pero está mal ir contra eso.
S.A: ¿Por qué crees que se da ese cambio represor y totalitario de expulsar de las universidades a profesores?
O.R: Cuando Gandarilla asume la dirección del Ministerio del Interior, es un oficial dado a la represión violenta. No es del tipo de amenazar con quitar privilegios. Es un momento en el que no está el símbolo de Fidel Castro y solo queda la imagen de una figura bastante controvertida y vista de manera peyorativa por gran parte de la población, incluso por los revolucionarios que hicieron la Revolución, la de Raúl Castro. A ellos les queda la fuerza y la tienen que mantener. Pienso que van a ejercer mucha presión hasta que no les quede otra opción que mutar, y van a buscar un aparente diálogo donde ellos se van a quedar en el poder, esa es la última carta que pueden jugarse.
S.A: ¿Esperanzas de cambio?
O.R: Como está siendo paulatino el proceso, no creo en la Revolución ni en los efectos de la Revolución, porque no creo en los cambios bruscos que generan una serie de caos que echan por tierra las ganancias de todos los procesos históricos, políticos y culturales anteriores, y las revoluciones son como un proceso de borrón y cuenta nueva. No quisiera otra revolución. Quisiera una toma de consciencia de lo que está ocurriendo muy paulatinamente en la gente, desde el pueblo llano hasta los intelectuales. Una toma de consciencia del cambio, pero un cambio en pro de la institucionalización democrática, de instituciones que no dependan de un caudillo, que no dependan de una ideología a seguir, de un entramado de instituciones que no estén vacías, independientemente de lo que piense el gobernante. Eso es lo que quisiera, pero de ninguna manera quiero un estallido social. Quisiera marchar por un derecho como cuando el 11M y que la gente grite por sus derechos, pero la confrontación no es lo que yo quisiera. Pueden ayudar mucho los organismos internacionales, Cuba no tiene dinero, no produce absolutamente nada.
Lo que tiene que haber en Cuba es un llamado a elecciones democráticas con supervisión internacional, donde ellos son una fuerza política que queda fuera y que no puede estar contemplada porque hay una sociedad civil que tiene intereses políticos, que tiene dominio real de la situación política de Cuba y que pueden llegar al poder. Entonces, mis esperanzas tienen que ver con esta toma de conciencia paulatina que estoy notando en todos los sectores del pueblo cubano.
S.A: Sigues viviendo en Cuba y quieres seguir viviendo ahí, ¿hay algo que te haga moverte de Cuba? ¿Por qué esa insistencia en la permanencia?
O.R: He viajado bastante, mi generación entera está afuera. En algún momento, siendo muy joven, quise irme. La condición de migrante requiere de una valentía que te hace llegar a un país lejos de tus asideros culturales, y yo sé lo que es Cuba. Mayoritariamente soy una cubana que está orgullosa de serlo, es decir, irme a ser la última de la cola en otro país no es para mí. Irse requiere de una carencia de soberbia, soy una persona soberbia, eso requiere de una humildad que no tengo. Tengo que vivir en Cuba, cuando llevo mucho tiempo fuera extraño y, además, soy de una familia cubana, nunca tuve nadie que me mandara algo de los Estados Unidos. Mi familia no es de migrantes; han emigrado dos primos que viven en Alemania, todos los demás viven en Cuba. Creo que en mi ADN no está el tema de la emigración y no he conocido otro país que sea capaz de engancharme en lo más mínimo que no sea Cuba. De mis viajes por Cuba me di cuenta de que hay tantas cosas que todavía se pueden salvar y todo está en llegar a ese punto en que la situación evolucione a que haya una demanda ciudadana que sea tan imponente por unas elecciones libres, que entonces haya una situación de cambio. No te niego que la posibilidad de un estallido social está latente, afortunadamente, no hay armas de fuego en la calle y el ejército cubano dudo mucho que le tire los tanques al pueblo. Vamos a ver lo que dice el tiempo, pero no lo veo posible.
S.A: Si vas a permanecer en Cuba, ¿en quién sientes que puede haber esperanza? ¿En esta generación?
O.R: En una generación que está entre los 35 y 45 años, de profesionales bien formados, que han visto el mundo, que han sido reprimidos como intelectuales y que tienen una postura constructiva. Le tengo miedo a grupos reaccionarios y a algo nuevo que está surgiendo, que es el conservadurismo, que se está asentando en las clases populares; los cubanos no somos conservadores y ahora hay una oleada de ideas que quieren volver al rol tradicional de la mujer, la pérdida de libertades individuales y, este gobierno se ha vuelto tan contrarrevolucionario, tan retrógrado, que tiene el mismo lenguaje de la derecha tradicional bajo el discurso de conservar la moral y las buenas costumbres, porque no fueron capaces de generar valores nuevos y se están anclando en los valores tradicionales, y eso es muy peligroso. Hay una vuelta al machismo y las mujeres estamos sufriendo una violencia doméstica atroz.