FORO CUBANO Vol 6, No. 59 – TEMA: TESTIMONIOS DE LA CRISIS MIGRATORIA EN CUBA
"Yo ya no voy a ver la libertad en Cuba, pero tú sí, estoy seguro de que tú sí": Entrevista a Yunior García
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Por: María José Almanza Madrid
Agosto 2023
Yunior García es un actor, dramaturgo, director teatral y activista cubano por los derechos humanos y la democracia. Participó en el 27N y en el 11J. Es fundador y actual coordinador de la plataforma cívica Archipiélago, así como promotor de la Marcha Cívica por el Cambio y fundador de Trébol Teatro. Asimismo, es columnista en el medio independiente 14ymedio.
Actualmente, vive exiliado en Madrid, España.
María José: ¿Cómo fue tu infancia en Cuba?
Yunior: Bueno, como la infancia de casi todos los niños cubanos. Los niños cubanos crecemos creyendo que hemos sido afortunados por haber nacido en el mejor país del mundo, el mejor país posible. En la escuela te adoctrinan desde muy temprano, todo el tiempo te repiten frases como “Somos felices aquí”, incluso a veces nos burlábamos porque decíamos que en los muros de los cementerios también decía “Somos felices aquí”. Y entonces fue la infancia de un niño adoctrinado, al que todo el mundo, sus padres, sus maestros, la sociedad, la televisión, la prensa, le hacía creer que vivía en el mejor país del mundo.
María José: Ahora que mencionas la frase de “somos muy felices aquí” ¿En qué momento te empiezas a cuestionar sobre el régimen y esa realidad cubana que no se te había enseñado de niño?
Yunior: El primer choque fuerte, creo que fue siendo adolescente todavía, cuando comencé a estudiar la Biblia y en la escuela decidieron que no tenía derecho a una carrera porque no participaba en las asignaturas que eran militares, preparación militar inicial, que era una asignatura que los niños daban en la escuela. Yo no saludaba a la bandera, no cantaba el himno; o sea, no me consideraba un revolucionario y por esa razón no tuve derecho a estudiar una carrera universitaria. Tenía uno de los índices académicos más altos en la escuela y, sin embargo, la única carrera a la que pude aspirar fue albañilería en una escuela de oficios.
A partir de ahí comenzó una decepción con ese sistema. También estaba la crisis de los 90, nuestros padres tenían mucho miedo, mucho temor de hablar, pero nuestros abuelos ya comenzaban a decir “Nos engañaron, esta no es la revolución que prometieron, nunca habíamos pasado tanta hambre, ni siquiera en tiempos de la República, en tiempos de Batista”. Ahí ya esa generación que tenía más experiencia, que habían vivido todo el proceso desde el principio, comenzaba a desilusionarse y comenzaba a desconfiar. Por otra parte, jóvenes como yo empezábamos a tener acceso a una literatura que estaba prohibida, que no encontrábamos en las bibliotecas ni en las librerías, que nos la circulábamos de manera clandestina unos a otros en las escuelas; comenzábamos a chocar con libros de Reinaldo Arenas, de Cabrera Infante y descubrimos una Cuba que hasta ese momento nunca se había mostrado en las escuelas y eso te abre la mente y te abre un espectro de posibilidades. Comienzas a dudar y empiezas a darte cuenta de que has vivido una simulación en un sistema que funciona como Matrix.
María José: Justo que mencionas ese cuestionamiento, en el desarrollo de tu carrera artística realizas diferentes obras como Sangre, Asco, Semen y Jacuzzi, en donde haces una crítica a elementos como las misiones médicas y a este concepto del “hombre nuevo” en Cuba ¿Cómo fue ese desarrollo de tu carrera artística siendo crítico al régimen?
Yunior: Bueno, nuestros maestros siempre recurrían a la metáfora cuando querían criticar al sistema. Yo recuerdo, por ejemplo, yo les llamo ahora ingenuidades de las metáforas, cuando alguien escribió una obra sobre un mago que desaparecía a personas y luego te preguntaba “¿Entendiste quién es el mago?”, entonces todo el tiempo escribían personajes que eran alegorías de Fidel Castro o del sistema en sentido general, pero mi generación empezó a hablar un poco más directamente, a reflejar un poco más de realidad, sin acudir tanto a la metáfora y por eso en mis obras yo necesitaba hablar de lo que estaba pasando en mi generación, de la realidad que estaba a nuestro alrededor.
También en ese momento hay una pequeña apertura, es decir, hay una especie de tolerancia, sobre todo en el mundo del teatro porque no consideraban que el teatro fuera masivo, es decir, había mucha más censura en la televisión o en el cine, pero en el teatro teníamos ciertas zonas de tolerancia. De todas formas, sí me enfrenté en más de una ocasión a la censura, o sea, a que revisaran mis obras, a que me “sugirieran” que no escribiera determinadas frases o que eliminara a determinado personaje. Yo todo el tiempo traté de ser fuerte, de defender mi obra, de no ceder, pero con el tiempo se fue complicando mucho más.
Yo creo que la obra más problemática que tuve fue Jacuzzi justamente, donde reflejaba parte de mi vida, parte de mi propio proceso relacionándome con la censura y ahí sí sentí, por ejemplo, que en cierta ocasión me llenaran todo el teatro de militares, que acudieran personas raras a las lecturas y a la puesta en escena, que incluso enviarán amistades para que me trataran de convencer de que no escribiera o no estrenara esa obra en específico. Y ya con la última obra, con Hembra, que la estábamos haciendo en medio de las protestas, del 27N, después luego el 11J, sí a veces teníamos incluso uniformados al frente de la puerta, el teatro lleno de agentes de la seguridad vestidos de civil y comenzamos a sentir mucho más de cerca la presión.
María José: ¿En qué momento decides dar el paso de ser crítico desde el teatro a salir a las calles y ser parte del 27N y más adelante el 11J y el 15N?
Yunior: Fue un proceso largo porque al principio muchos amigos y maestros también me decían “Tú tienes un arma, una herramienta, que es el teatro, todo lo que tengas que decir para cambiar la realidad, hazlo a través del teatro”, pero yo decía, “Bueno, Martí también era dramaturgo, Martí también escribía teatro, era un excelente periodista, seguramente a él también se le acercaron y le dijeron, basta con eso, escribe poemas, escribe obras de teatro, escribe periodismo, pero no pases el límite”.
En un momento yo necesitaba cruzar el límite. No refugiarme en el privilegio de ser un artista, sino empezar a actuar como un ciudadano. No refugiarme en que quizás a mí no me afectaban ciertas cosas que estaban ocurriendo en el país, porque si afectaban a otras personas, eso también era un problema mío. Entonces yo creo que un punto de quiebre fue una reunión de la Asociación Hermanos Saiz, una organización que reúne a jóvenes artistas. En ese momento estaba el primer secretario del Partido – que es el único partido, el Partido Comunista - en esa reunión, y yo pedí la palabra y le hice 15 preguntas. Esas 15 preguntas se viralizaron, ahí sí la seguridad del Estado comenzó a vigilarme, a perseguirme, a obtener información sobre mí, comencé a recibir llamadas a media noche, amenazas; es decir, la presión empezó desde ese momento que fue creo que en el año 2016.
Pero ya después de ver lo que estaba ocurriendo con el movimiento San Isidro, que era un grupo de jóvenes marginados por la sociedad que se enfrentaban a decretos que eran realmente excluyentes, como el decreto 349, que pretendía decir en Cuba quién era artista y quién no, que pretendía imponer qué cosa era arte y qué no lo era, desde una perspectiva obviamente política. Este grupo de jóvenes se enfrenta a ese decreto, crean el Movimiento San Isidro, y comienzan a ser reprimidos por la seguridad del Estado. Y yo sentía que debíamos organizarnos con ellos. Por eso, el día 26 de noviembre del año 2020, estando en el teatro, presentando una obra, veo que tumban el internet y dije “Seguramente es porque van a entrar en la casa donde los muchachos de San Isidro están en huelga de hambre y van a llevarlos a la cárcel”. Exactamente así fue y por eso esa noche prácticamente no dormimos. Con un grupo de amigos comenzamos a comunicarnos por WhatsApp y organizamos lo que al día siguiente fue el 27N, alrededor de 500 artistas frente al Ministerio de Cultura protestando por la censura y exigiendo el derecho a tener derechos.
María José: Posteriormente participaste en el 11J, y junto a un grupo de artistas se dirigieron al Instituto de Radio y Televisión en Cuba, donde fueron detenidos arbitrariamente ¿Nos podrías contar un poco sobre ese hecho y cómo lo viviste?
Yunior: Sí, aquello era un domingo. Todo cubano sabía que en cualquier momento iba a ocurrir un estallido social porque la situación era insoportable, es decir, no solo se trataba de la represión política, también se trataba a la falta de derechos, de la falta de comida, de la falta de medicinas; el régimen, por ejemplo, estaba haciendo una gran campaña con 5 candidatos vacunales, pero en realidad estaban muriendo demasiadas personas de cualquier cosa. Por ejemplo, en ese año murieron 50.000 cubanos más que en el año anterior, a pesar de que las cifras que ellos dan de muerte por COVID son bastante discretas, no pasan de 8.500 o algo así. Entonces, el caldo de la sociedad estaba bien caliente y sabíamos que en cualquier momento ocurriría en estallido y que en cuanto se levantara la primera ciudad se produciría un efecto dominó en el país completo.
Eso era un domingo. Yo recuerdo que iba hacia casa de un amigo a ver que el partido de fútbol, que era la mundial de un campeonato - no recuerdo de cuál - y cuando iba en el taxi vemos que San Antonio de los Baños estaba en la calle gritando libertad. En cuanto vi eso, le dije a mi esposa “Va a ser Cuba entera” y cuando llegué a la casa de mi amigo le dije “Ponte los zapatos que hay que salir a la calle, esto va a ser toda Cuba”. Ya un grupo de amigos habíamos planificado que si ocurría algo así, nos íbamos a encontrar frente al Instituto Cubano de Radio y Televisión, era nuestro espacio legítimo, casi todos éramos artistas que habíamos trabajado con ese Instituto y queríamos exigir el derecho a que no se contara solo la versión oficialista, a que sacaran una cámara y que parte del pueblo pudiese decir lo que estaba ocurriendo, desde la perspectiva de los que estábamos manifestándonos. Alrededor de una veintena de jóvenes nos encontramos allí e inmediatamente nos rodearon, comenzaron a gritar insultos, ofensas. Nosotros nos sentamos en el suelo para demostrar que estábamos en actitud absolutamente pacífica y de pronto nos agarran del suelo y nos lanzan a un camión de escombros, un camión que normalmente se utiliza para trasladar la basura. Cuando nos tiran en ese camión como si fuéramos basura, no teníamos conciencia de lo que estaba ocurriendo en el resto de La Habana, ni siquiera en el resto de las provincias, solamente sabíamos que se había levantado San Antonio de los Baños.
Cuando comienzan a maltratar a los muchachos en el camión, yo me acerco al esbirro, a un policía que estaba maltratando a un compañero y le digo “Usted seguramente tiene un hijo de nuestra edad ¿Usted ya lo llamó? Es decir, no sabe dónde está su hijo, porque quizás su hijo esté protestando, porque su hijo debe tener los mismos motivos que nosotros para salir a protestar”, aquel policía perdió la mirada en el horizonte y no volvió a maltratarnos en todo el viaje, pero no sabíamos para donde íbamos, no sabíamos si nos iban a desaparecer, o si nos iban a encerrar. Finalmente, nos llevaron hasta una prisión, conocida como El Vivac y nos retuvieron.
Cuando estábamos esperando que nos hicieran el proceso, comenzaron a llegar jóvenes desde todas partes de La Habana, nos decían “Yo vengo de Playa” “Yo vengo de El Cerro” “Yo vengo de Plaza de la Revolución” y ahí nos comenzamos a dar cuenta de la dimensión de aquel fenómeno. En pocos minutos se llenó la prisión de jóvenes de todas partes. En la prisión estaban desbordados, ni siquiera tenían material para tomarnos las huellas digitales, ese día no dieron comida porque ni siquiera estaban preparados para ofrecer comida a aquel enorme número de prisioneros y poco a poco nos fuimos enterando de que en otras cárceles y en otras provincias también estaba ocurriendo lo mismo.
Fue un momento de desesperación, no sabíamos cuánto tiempo íbamos a estar allí, no sabíamos hasta dónde eran capaces de llegar porque los militares estaban muy violentos con casi todos nosotros. Nosotros, los artistas, somos liberados al día siguiente, porque se trata de un régimen clasista, de un régimen elitista, de un régimen racista, que sobre todo se ensaña con los marginados, con los más pobres. Dejaron en la cárcel a los que no tenían estudios, a los que no eran conocidos, a los que no tenían tantos seguidores en las redes y liberaron a los que veníamos de escuela, a los que teníamos cierta educación. Y ellos pensaron que con eso nos íbamos a tranquilizar, lo que pasa es que los que fuimos liberados cargábamos con una responsabilidad, que era tratar de que liberaran al resto, es decir no se trataba solo de salvar el pellejo propio, se trataba de hacer todo lo posible para que todo el que fue injustamente preso ese día, fuera liberado.
María José: Teniendo en cuenta el peso que tuvieron las redes sociales en el desarrollo de estas manifestaciones, creas la plataforma Archipiélago ¿De dónde surgió esta idea? ¿Y cómo es el desarrollo de este proyecto, sobre todo ya estando fuera de Cuba?
Yunior: Sí, el discurso del régimen siempre ha sido que ellos representan al progresismo, a la izquierda y que toda su oposición representa a la extrema derecha. Ese ha sido el discurso que siempre han vendido y con eso han logrado determinada solidaridad en muchos espacios internacionales. Nosotros queríamos demostrar que era falso y por eso creamos una plataforma que fuese lo más transversal posible.
En Cuba también siempre nos han hablado del concepto de Isla: está en la poesía, está en la política, está en todas partes, el monolito, la Isla, el pensamiento único, el aislamiento. Por lo que nosotros queríamos romper un poco ese mito de la Isla y tratar de ser un Archipiélago, o sea, un espacio plural, de diversidad, donde no importa como tú pienses, tú tienes derecho a pensar así y tienes derecho a organizarte con otros que piensen así, tienes derecho a participar en la realidad del país desde tu forma de pensar. Eso era Archipiélago, o sea, no era un partido político, era un movimiento plural, un movimiento diverso que intentaba desde acciones pacíficas y cívicas, lograr un cambio democrático.
La primera acción que lanzamos fue la de la marcha, porque el señor Rubén Remigio, presidente del Tribunal Supremo, salió en televisión diciendo que la razón por la que estaban presos los manifestantes, era porque no habían pedido permiso, ese señor afirmó que manifestarse era un derecho constitucional y que por lo tanto cualquiera que quisiera hacerlo podría simplemente pedir el permiso, y los que estaban presos solamente era porque no habían cumplido ese requisito. Nosotros sabíamos, como el resto de los cubanos, que eso era falso, pero queríamos demostrarlo ante el mundo y por eso solicitamos un permiso para marchar. Anunciamos la marcha, entregamos la carta con firmas, siguiendo todos los requisitos, con dos meses de antelación, anunciamos que la marcha iba a ser absolutamente pacífica, sin nada que llamara a la violencia. Y de todos modos desataron contra nosotros la peor represión posible. En mi caso personal, desde amenazas de la Fiscalía diciéndome que iba a estar más de 20 años en la cárcel, hasta agentes vestidos de civil en mi puerta prohibiéndome salir de mi casa, actos de repudio de supuestos vecinos a los que yo no conocía y que me gritaban: “Fuera de este barrio, no te queremos, este barrio es de Fidel” e incluso decapitaron dos palomas frente a mi puerta y llenaron las paredes de sangre.
Finalmente, empezaron a anunciar y a publicar en redes sociales las armas, los palos con clavos en la punta con los que iban a golpear a todo el que salieron a manifestarse aquel 15 de noviembre. Desde varias provincias, nos escribían y nos decían “Mira aquí en Cienfuegos no vamos a salir porque realmente tenemos miedo, nos van a masacrar”, en Holguín “No vamos a salir porque el Estado está diciendo que en la calle de la marcha van a poner centros de vacunación para niños, entonces si hay niños y si hay centros de vacunación, no vamos a ir a que nos masacren delante de los niños”, incluso el Cardenal de La Habana y el arzobispo de Santiago de Cuba me llamaron a una reunión y me pidieron por favor, que tratara de bajar el nivel de riesgo que sufriría la población si ocurría la marcha, porque ellos estaban seguros de que el régimen no iba a ceder. Incluso antes la respuesta fue militar, las Fuerzas Armadas anunciaron que, para esa misma fecha de la marcha, iban a militarizar todo el país y que se declaraba “Día de la defensa”, o sea iban a sacar los tanques a las calles. Nosotros incluso cambiamos la fecha, era para el 20 de noviembre y cuando las Fuerzas Armadas lanzaron esta noticia, la adelantamos para el 15 de noviembre porque no nos interesaba un enfrentamiento violento con los militares. De todas formas, todo lo que hicieron fue para hostigarnos, para aniquilarnos mentalmente, para dividirnos y para convencernos de que de que no saliéramos a manifestarnos. A mí, por supuesto, también me cortaron el internet, me pasaba prácticamente todo el tiempo con el teléfono fijo cortado, sin internet en la casa, sin poder salir, o sea, totalmente incomunicado.
Después de hablar con el cardenal y con el arzobispo decido tratar de convencer a la gente de Archipiélago de que bajáramos el nivel de riesgo porque realmente pensábamos que podría ocurrir una masacre y por eso anuncié una marcha en solitario, dije que no quería que la gente saliera a la calle a arriesgar su vida y que yo asumía la responsabilidad de la marcha como una marcha en solitario, simplemente vestido de blanco y con una rosa blanca, por algunas calles de La Habana. Y ni siquiera eso fue posible. El día 14, que era el día que iba a hacer la marcha en solitario, alrededor de 200-300 personas, que tampoco eran mis vecinos, rodearon mi casa y estuvimos recibiendo insultos mi familia y yo, desde las 5:00 de la mañana hasta bien entrada la noche. O sea, ese día fue quizás uno de los peores días de nuestra vida porque sentíamos que estábamos completamente inseguros, incomunicados, tampoco sabíamos si la gente había intentado ir a solidarizarse con nosotros, pero comenzamos a sentir realmente mucha soledad, mucha impotencia, ni siquiera podíamos llamar a las autoridades porque ellos eran policías vestidos de civiles que estaban insultándonos frente a nuestra casa.
Fue realmente un día de infierno ese 14 de noviembre.
María José: ¿En qué momento decides salir de Cuba? ¿Cuáles fueron tus principales motivaciones?
Yunior: Bueno, yo había salido varias veces de Cuba. En ese sentido, era un privilegiado, había salido 17 veces, había estado en prácticamente casi toda América Latina, Brasil, México, Chile, Colombia, República Dominicana, Argentina, había estado en Europa varias veces, trabajé en Londres durante un tiempo, había estado dos veces también en España. O sea, salir no era para mí una motivación, yo no quería migrar, yo quería permanecer en Cuba, hacer mi teatro y bueno, también hacer mi activismo. Sin embargo, ya después de esos días, comenzamos a darnos cuenta de que era imposible seguir viviendo en Cuba, como lo hacíamos al menos antes, y que nuestra vida se había acabado. A mí me tocaban solamente dos cosas, o la muerte o la cárcel, no había más salida.
Había un señor que se había acercado a nosotros, es italiano, que tenía vínculos con un grupo religioso en Cuba y a través de ese grupo, él trató de convencernos de que solicitáramos una visa en España por si acaso, o sea, si yo caía preso, mi esposa podría por lo menos salir de Cuba y yo tendría quizás una forma de salir de la cárcel; por eso aceptamos una entrevista en la embajada y el mismo 15 de noviembre, el embajador de España nos ofrece una visa de turismo de 3 meses a mi esposa y a mí.
Un día después de la marcha imposible, de la marcha que no ocurrió porque obviamente la gente tuvo miedo y muy pocas personas pudieron salir a la calle y fueron reprimidas; ese día, el día 16 de noviembre, sintiendo que estábamos realmente sin salida, decidimos aceptar un pasaje para ese mismo día. Este señor nos llevó hasta el aeropuerto, el comisario de la embajada nos escoltó desde la puerta del aeropuerto hasta la puerta del avión y la Seguridad del Estado realmente no se apareció en ningún momento, pero sabíamos que el aeropuerto estaba totalmente tomado por la Seguridad del Estado porque estaba desierto. El avión prácticamente estaba esperando por nosotros ese día y entonces cuando el avión despegó, porque hasta ese minuto yo no sabía que iba a pasar, yo hasta el último minuto pensé que en cualquier momento iba a aparecer la Seguridad del Estado y nos iban a llevar detenidos, incluso diciendo que yo intentaba abandonar el país teniendo una medida cautelar, etc.
Cuando el avión despegó fue que entendimos que no, que el propósito del régimen era tratar de obligarnos a salir, tratar de destruir el liderazgo que hasta ese momento tenía dentro de Cuba y vender la imagen del cobarde, del que abandona a los suyos, del que abandona la causa. Ellos pensaron que quizás con mi salida iba a dejar de hacer activismo, pero igual tenemos una responsabilidad y por eso desde aquí desde España seguimos haciendo lo que podemos, que es, entre otras cosas, dar testimonio, organizar también al exilio y tratar de motivar un cambio por todas las vías cívicas y pacíficas posible.
María José: Al dejar de Cuba, no como una opción sino como algo que definitivamente te tocaba ¿Cuál ha sido el impacto permanecer lejos de la Isla?
Yunior: Bueno, en primer lugar, sí es cierto que mi salida generó una decepción en buena parte de los cubanos. Lamentablemente, Cuba siempre ha esperado una especie de caudillo o de mesías, que solucione los problemas y eso ha sido negativo porque a veces la sociedad no entiende que depende de todos, que no se trate de un caudillo, de un mesías, de una de una única figura, sino del trabajo de todos como sociedad, el trabajo de todos como ciudadanos. Entonces mi salida, sí es cierto que desestimuló, que decepcionó a mucha gente, y el régimen, por supuesto, aprovechó para explotar esa decepción y esa desilusión.
De todas formas, en Cuba han seguido las protestas, o sea en casi todas las ciudades ha ocurrido algún foco de protesta, la represión también ha aumentado. Lo que pasa es que también a veces sentimos que estamos solos en esa lucha porque desde ciertos espacios libres y democráticos no se nos apoya con firmeza, a veces sí hay condenas, a veces hay declaraciones fuertes contra lo que allí ocurre, pero realmente el mundo de hoy no tiene mecanismos suficientes para impedir que el autoritarismo avance, tampoco tiene mecanismos para realmente revertir una situación de totalitarismo en un lugar como Cuba o lo que está ocurriendo en Venezuela o lo que ocurre en Nicaragua, también lo vemos ahora con la guerra en Ucrania. Es decir, realmente yo creo que la sociedad en sentido general todavía no cuenta con elementos suficientes para proteger la democracia y para impedir el crecimiento del autoritarismo y de regímenes totalitarios.
María José: Mencionaste la importancia de generar una articulación entre las personas que también hacen parte de estos autoritarismos como Nicaragua y Venezuela. ¿Cómo se puede dar esa articulación en contextos autoritarios, no solo para impedir el crecimiento del autoritarismo sino para solucionar esa problemática sobre la falta de preparación para la protección de la democracia por parte de la Sociedad Civil?
Yunior: Bueno, hay que entender que el régimen tiene 6 décadas de experiencia y además tiene la experiencia acumulada en la Unión Soviética que ellos heredaron, además de los vínculos con China y con otros países. Durante muchos años, el régimen trató de establecer redes, tentáculos en toda América Latina y buena parte de Europa. Ellos cuentan incluso en Estados Unidos con movimientos de solidaridad, con espacios que se dedican a captar, entrenar, a difundir ideas y hacer cosas en beneficio del régimen, de la dictadura.
Por supuesto que Venezuela es también el resultado de la experiencia cubana, como lo es Nicaragua. Probablemente otros lugares donde se estén intentando también hacer experimentos parecidos a los de Venezuela y Nicaragua, también estén siendo asesorados por la inteligencia cubana. Sabemos que el régimen cubano tiene tentáculos en todas partes, que ellos sí tienen mucha experiencia en organización, que utilizan a sus embajadas como puestos de mando para obtener estos vínculos, para crear esas redes, que tienen espías en casi todas partes del mundo y que tienen sobre todo espías que se encargan no solo recopilar información para el régimen cubano sino además para influir en la realidad, en la política, en los acontecimientos de cada uno de los países en donde tienen estas bases. Es decir, esta red que tiene el régimen, estos tentáculos son bastante amplios y por el tiempo que llevan haciéndolo, se han vuelto bastante efectivos.
Yo creo que los que estamos comprometidos con la democracia y con la libertad, tenemos que también hacer lo mismo, es decir, tenemos que educarnos en que la polarización no nos sirve en este momento para nada, en que la democracia quizás no sea perfecta, pero hasta ahora es lo mejor que se ha podido ver para alcanzar derechos, para tener armonía, para alcanzar incluso seguridad en nuestros países y también desarrollo, no solo desarrollo económico, sino también desarrollo humano. La democracia no podemos aniquilarla antes de tiempo, es perfectible, por supuesto, pero tenemos que trabajar todos para que sea mejor, no para aniquilarla.
Estamos viviendo una época de extrema polarización, una época donde los extremos son más carismáticos digamos que las posiciones equilibradas, que las posiciones sensatas, que las posiciones que buscan moderación, razonamiento. El grito y el odio en redes sociales sabemos que tiene mucha más velocidad que el argumento. Entonces yo creo que entre todos tenemos que trabajar para no regalar lo que se ha logrado en materia de democracia, para no ceder terreno, porque pueden aparecer autoritarismos de distintos colores en todas partes del mundo.
María José: Ahora, hablando un poco más de la parte artística y de tu carrera ¿Qué cambios tuvo tu producción y expresión artística luego de que saliste de la Isla? ¿Esto significó algún impacto en tu visión de arte?
Yunior: Sí, bueno, siempre es difícil migrar. Mi esposa y yo no lo teníamos pensado, no era algo para lo que estuviésemos preparados mentalmente y es muy difícil enfrentarte a un proceso de exilio, porque en realidad se trata de un exilio, en el que además no puedes regresar, la opción de regresar no existe. Entonces tuvimos que adaptarnos, entender que también aquí no somos tan conocidos como artistas como en Cuba, y entonces de alguna manera es como empezar de cero. Afortunadamente ya había estado en España en ocasiones anteriores, había presentado mis obras, una parte del sector artístico me conocía y eso también me facilitó que pudiese insertarme en el medio nuevamente. Pero siempre es difícil, siempre es difícil recomenzar. No obstante, yo soy un artista y no voy a renunciar, aunque gane poco, aunque a veces no sea suficiente, voy a intentar seguir siendo un artista y voy a intentar seguir viviendo de mi profesión.
Te cambia muchas perspectivas, claro que sí. Chocas con una experiencia nueva. Tienes acceso fuera de Cuba a una literatura más amplia, que dentro de Cuba es más difícil, no solo por lo deprimidas que están las librerías y las bibliotecas en Cuba, sino además porque el acceso a internet no es tan sencillo. Entonces se abre un universo delante de ti, que a veces puede ser apabullante, que a veces puede ser too much, demasiado, para algunas personas. Hay que repensarse, reinventarse y tratar de adaptarse al espacio donde estás.
María José: ¿Cómo te has mantenido en contacto con Cuba, con las personas, y sobre todo con las problemáticas de la isla?
Yunior: Prácticamente vivo con el mismo horario de Cuba, lo cual a veces no es bueno porque me acuesto demasiado tarde tratando de estar al tanto de qué es lo que ocurre, de cuáles son las últimas noticias, de cómo están nuestros amigos, nuestros conocidos, nuestros familiares o simplemente personas que seguimos en Cuba porque están haciendo un activismo desde ahí.
Trato de mantenerme en comunicación con todos, a veces no directamente, porque también sé que el régimen vigila a cada persona que tiene contacto conmigo y a veces una llamada telefónica o un mensaje podría afectar a esa persona que está dentro de Cuba, pero intento mantenerme al tanto de lo que ocurre, a veces utilizando incluso a terceras personas para no afectarlos a ellos. Mi mente sigue estando dentro de Cuba, o sea mi prioridad sigue siendo tratar de hacer todo lo posible para que la situación cambie, para que haya un cambio en Cuba y realmente se convierta en un país democrático.
El sistema es insostenible. El régimen sabe que no puede sostener durante demasiado tiempo el sistema porque es absolutamente fallido, la economía es un desastre, la inflación es imparable, prácticamente el hambre está acabando ya con la alegría típica del cubano, porque la gente siempre que iba de turismo a Cuba decía “Bueno, son pobres, pero la gente está muy contenta”, ya eso ha cambiado. Últimamente los amigos que van a Cuba de visita, cuando regresan vienen deprimidos, nos dicen “Aquella alegría que se veían en las caras de la gente, ya no existe”. Los jóvenes están prácticamente todos pensando en una sola cosa, que es abandonar el país por donde puedan y por la vía que puedan. Es un país que se está quedando sin jóvenes y por lo tanto el régimen sabe que es insostenible, ellos saben que en algún momento el régimen va a desplomarse, quizá lo que intentan es alargarlo todo el tiempo posible para evitar que algunos tengan que pagar por los crímenes que han cometido.
María José: A través de este contacto que mantienes ¿De qué manera continuas tu activismo desde el exterior?
Yunior: Primero, desde el periodismo, aunque no soy periodista, pero últimamente he tratado de escribir artículos, sobre todo de transmitir experiencia o de hacer artículos de opinión sobre diferentes cosas que están pasando en Cuba, un poco para educar en esta democracia y en ese pluralismo. Por el momento tengo cuatro artículos al mes en un periódico independiente - 14yMedio - fundado por Yoani Sánchez, que es una de las pioneras en el periodismo independiente en Cuba.
También tratar por supuesto de participar desde donde se pueda y sin afectar cualquier iniciativa nueva que aparezca dentro de Cuba. Por ejemplo, ahora están pasando cosas con el movimiento de cineastas en Cuba, que se han organizado otra vez como un cardumen contra la censura y están impulsando una de las iniciativas más interesantes que están ocurriendo ahora dentro de Cuba, desde los cívico, el movimiento de cineastas tratando de defender sus derechos, pero al mismo tiempo tratando de defender derechos para el resto de la sociedad.
María José: ¿Te has enfrentado a actos de repudio en Madrid? ¿Cómo han sido?
Yunior: Sí, aquí en Madrid le llaman escraches, pero prácticamente llegando, fui con Leopoldo López a la Universidad Complutense y un grupo de extrema izquierda comenzó a gritarnos, a insultarnos, se pusieron bastante violentos, incluso parecía que no se iba a poder desarrollar la actividad, pero finalmente logramos, gracias a un grupo de jóvenes que se pusieron firmes y les dijeron “Tenemos que defender la libertad de expresión”. Entre las cosas que me gritaban era “Fuera la mafia de Miami”, lo curioso es que yo nunca he estado en Miami, nunca he visitado esa ciudad y además no siempre coincido con algunos criterios de otros opositores que residen en Miami, es decir, afortunadamente somos una oposición bastante plural, bastante diversa, pero al parecer estaban enviados por la Seguridad del Estado cubana o les habían dado información y me gritaban este insulto típico.
Hubo otro que no le puedo llamar escrache porque es un individuo en plena calle que comenzó a gritarme ofensas y a amenazarnos a mí y a mi esposa. Pero el otro escrache también fue otro movimiento, en este caso opositor, que nos decían durante una protesta frente a la Embajada Cubana, que teníamos que gritar determinadas consignas, que si no gritamos esas consignas, no éramos verdaderos opositores, e incluso uno de ellos dijo “Cuba necesita un Franco” o algo así; es algo con lo que el grupo nuestro no se podía identificar, nosotros estamos contra todas las dictaduras de todos los colores, no se trata de que unas dictaduras son buenas y otras son malas, y en ese sentido a veces encontrábamos ese desencuentro con aquel grupo de opositores.
Pero por supuesto, a quien más le temo y de quien más me cuido, es de la Seguridad del Estado porque el resto de las cosas con cubanos que piensan diferente, son cosas que se pueden solucionar a través del diálogo a través de argumentos, pero con el régimen sabemos que no se puede dialogar. Ellos no piensan en otra cosa que no sea en tratar de aniquilarte, si no físicamente, por lo menos buscarán silenciarte.
María José: ¿Cuál es tu perspectiva frente al régimen, teniendo en cuenta las movilizaciones, el papel que ha tenido el arte como un símbolo de resistencia y el surgimiento de movimientos de contestación popular hacia el régimen? ¿Consideras que el dialogo sigue siendo una herramienta?
Yunior: Bueno, por supuesto yo sigo creyendo que el diálogo sigue siendo una herramienta válida, lo que pasa es que hay que entender también cuándo un diálogo es absolutamente contraproducente; es decir, cuándo a veces un diálogo solamente sirve al régimen, cuándo los oxigena, cuándo les hace ganar tiempo. Por ejemplo, una anécdota que puede ilustrar esto, el día 27 de noviembre nosotros logramos entrar al Ministerio de Cultura y sentarnos a dialogar con algunas autoridades, no llegamos a ningún acuerdo porque ellos jugaron a postergar una segunda reunión donde sí se tomarían algunos acuerdos y algunas decisiones, luego comenzaron a boicotear ese segundo encuentro, a tratar de hacer lo imposible y finalmente cuando yo me puse un poco fuerte como vocero y dije “Nosotros acordamos esto ese día, ustedes tienen que cumplir con lo que acordamos”, el funcionario del Ministerio de Cultura que estaba haciendo de vocero por la parte del régimen me dijo “Ese día ustedes contaban con fuerza, tenían a 500 personas frente al ministerio, hoy no las tienen”. Entonces ahí entendí que los diálogos funcionan cuando uno lleva una maleta, es decir, cuando tienes algo que ofrecer, algo con lo que negociar, algo con lo que ejercer presión; cuando vas a un diálogo absolutamente desarmado, cuando vas a un diálogo sin nada en las manos, lo que haces es darle tiempo y oxígeno a la dictadura.
En ese sentido, yo creo que no se puede demonizar ni satanizar el diálogo. Hay ciertos sectores de la oposición cubana que dicen “Con las dictaduras no se dialoga” como si fuese una frase escrita en la Biblia, pero lo cierto es que cuando uno revisa la historia, con las dictaduras en algunas ocasiones se ha dialogado y muchas veces el diálogo, las mesas redondas, las mesas de diálogo, han ayudado al derrumbe de determinadas dictaduras. Lo que pasa es que, por supuesto hay que llegar allí con fuerza, hay que llegar ahí con capacidad de movilizar a la sociedad, hay que llegar con algo para poder ejercer presión, de lo contrario no sirve absolutamente para nada. Lo que sí ha pasado últimamente, que cambia todo el panorama, es que si antes el régimen cubano podía vanagloriarse de contar con la mayoría, eso ya no es así, es decir, la realidad ha demostrado que el régimen ha perdido por completo a las mayorías, que las grandes mayorías en Cuba están en contra del sistema, que quieren un cambio y que lo único que han logrado, es mantener el miedo que todavía ejercen sobre la sociedad, pero cuando la sociedad pierda un poco ese miedo, es inevitable el desplome del régimen.
María José: ¿Ves posible algún día volver a Cuba?
Yunior: Eso quisiera.
Hace poco conocí a uno de los intelectuales de la oposición en Cuba más prestigiosos, Carlos Alberto Montaner, él ya estaba acercándose a los 80 años y hace poco falleció, y en ese encuentro que tuvimos a él se le aguaron los ojos y me dice “Yo ya no voy a ver la libertad en Cuba, pero tú sí, estoy seguro de que tú sí”. Y salí llorando de aquel encuentro porque me puso a pensar en eso, me puso a pensar que quizás después, cuando yo tenga 80 años, si tengo la suerte de llegar a esa edad, a lo mejor a un joven le diga lo mismo “Yo ya no lo voy a ver, a lo mejor tú sí”. Pero quiero ser optimista, quiero pensar que no hay mal que dure 100 años, quiero pensar que la sociedad cubana está alcanzando una madurez, que vamos a perder ese miedo.
Quiero tener fe en la sociedad cubana. Perder esa visión mesiánica o caudillista de la historia, de que tiene que aparecer un individuo en un caballo blanco que llegue y nos regale la libertad, y entender que nos toca a todos, desde nuestro pedacito, desde nuestras capacidades, desde lo que cada cual puede aportar. Pero sí tenemos que perder el miedo a decir lo que pensamos en voz alta, pero no solo a decirlo sino también impulsar acciones cívicas concretas para tratar de conquistar esos derechos y de ir arrancándole pedazos a la dictadura, porque si vamos consiguiendo derechos y vamos alcanzando espacios de libertad, son fragmentos que le arrancas a la dictadura.
Entonces puede ser de un golpe, puede ser poco a poco, puede ser a través del diálogo, puede ser a través de acciones en la calle, es decir, hay mil maneras, todas son legítimas; yo creo que la movilización en las calles es algo legítimo que los cubanos tenemos que defender, el derecho a manifestarnos, el salir a la calle a decir “No estamos de acuerdo”.