FORO CUBANO Vol 4, No. 34 – TEMA: TRAYECTORIAS PROFESIONALES DE PERIODISTAS INDEPENDIENTES CUBANOS–
Juntándose el hambre con las ganas de comer
Por: Cynthia de la Cantera, entrevistada por Ted A. Henken
Julio 2021
Vistas
Después de ver la salida del país de varios miembros de su familia, Cynthia de la Cantera supo que algo no iba bien. Este descubrimiento la llevó a estudiar periodismo y a interesarse por la investigación, posteriormente una experiencia en el reportaje la llevó a acercarse al periodismo independiente. Aquí un recuento de su trayectoria y visión acerca de la realidad de Cuba.
Cynthia de la Cantera Toranzo (La Habana, 1989) viene de una familia desintegrada por la migración, algo común en las familias cubanas. Nunca se le olvida la salida en 1998 de un familiar muy cercano cuando ella tenía solo 9 años. Viajó al aeropuerto junto a su familia para despedirla y no se movieron de la terminal hasta que no vieron que el avión despegara. Esa primera separación fue seguida por muchas otras. Todo eso le llevó a cuestionarse. ¿Por qué se iban los niños y se quedaban los viejos? ¿En busca de qué se iban?
Hoy por hoy, de la Cantera lleva casi ocho años colaborando como periodista con medios independientes, una practica que ella comenzó un poco después de graduarse como Licenciada en Periodismo de La Universidad de La Habana en 2013. Su tesis – que hizo bajo la dirección de Elaine Díaz (fundadora de Periodismo de Barrio) – fue un análisis de la correlación entre la agenda mediática de Cubadebate y la agenda pública de blogueros cubanos con respecto a los debates que se estaban teniendo sobre los Lineamientos.
Reconoce que su transformación política y profesional hacia el disenso se la debe a la practica del periodismo independiente. Pero la chispa original que prendió esa llama de duda creciente en ella fueron las preguntas que le entraron cuando creció viendo cómo su familia se iba. “Si se estaban yendo”, razona ella, “era porque algo acá no estaba bien, algo acá no funcionaba, algo acá estaba fallando, como en efecto falla”.
“Yo crecí con esas preguntas, y me las fui respondiendo gracias al periodismo”.
Pero la verdad es que cuando todavía era estudiante en el tercer año de la carrera en el año 2010-2011 ya sabía que no quería ir a trabajar como periodista en un medio estatal. “Había muchas cosas que todavía no tenía claras, pero eso sí sabía”. A ella, le parecía “pantanoso” todo el sector de medios oficiales, como que “él que llegaría ahí, mas nunca saldría”. Y es por eso que cuando se graduó, no optó por un trabajo como periodista sino como investigadora – “fue una escapatoria”, admite– en el Centro de Investigaciones Sociales del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), donde trabajaba entre 2013 y 2016.
No obstante, un día en el otoño de 2014 – mientras todavía trabajaba de investigadora – le escribió un amigo que no podía hacer una nota que le habían mandado para OnCuba y se la cedió. “Le cogí el gusto a salir a la calle a reportar”, recuerda, “porque los medios independientes nos dieron la oportunidad para contar otras historias -que siempre estuvieron ahí-, y que me hicieron mirar a los lados, y no arriba, para empezar a entender cómo funcionamos”. Esa colaboración periodística con OnCuba seguía hasta 2019, y la combinaba con otras en El Toque, Periodismo de Barrio y Tremenda Nota.
Hoy, su trabajo principal es como reportera en YucaByte, un medio con que colabora desde su fundación en febrero de 2018. Le atrajo particularmente la línea editorial del medio enfocada en las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TICs) y su impacto en la sociedad cubana. Y le gusta que este enfoque nace desde una perspectiva socioeconómica y política y no “tecnicista”, que es mas común en el periodismo científico-tecnológico. Además, trabajar en YucaByte le ha dado la oportunidad de dar seguimiento a los grupos de activistas que se estaban articulando en redes sociales (feministas, animalistas, comunidad LGTB+), y eso le permitió explorar aún más el activismo independiente desde la década del ´90.
El mismo 5 de agosto cuando estaba respondiendo a las últimas preguntas de esta entrevista, de la Cantera me escribió por WhatsApp prometiendo que cumpliría con la tarea, pero recordándome de la situación tensa en que vive y trabaja. “En estos momentos”, dijo, “me han llamado ya tres veces al celular y a la casa, y estoy también bajo esa presión”. La pregunté: “cuando dices ‘me han llamado’, ¿estás hablando de la Seguridad del Estado”? “Sí” fue su respuesta.
¿Cuál fue tu experiencia en los acontecimientos históricos en Cuba del día 11 de julio – manifestaciones antigubernamentales masivas y represión violenta policial seguidas por detenciones y condenas a los manifestantes – y durante los días y semanas después?
Desde la tarde-noche del 11 de julio he estado trabajando en el listado de detenidos y desaparecidos a raíz de las protestas. Mi experiencia, por tanto, al igual que la de las chicas que están trabajando en esto, ha sido la de hablar con muchísimas familias que ahora mismo están desesperadas, intentando resolver una situación legal que los tomó por sorpresa.
Miles de familias cubanas se están enfrentando ahora mismo a un sistema judicial que, para empezar, no es independiente, y están siendo testigos de cómo ese sistema no los protege, sino que protege al gobierno y perpetúa así su poder. Los propios familiares, aún sin tener una cultura legal -un gran pendiente para todos los ciudadanos cubanos, ahora más que nunca-, son conscientes de que las autoridades (policías, instructores, abogados, fiscales, tribunales) buscan fabricar los casos con falsas pruebas, e incluso sin ellas, para sus procesos penales ejemplarizantes, para evitar que los cubanos se tiren a las calles otra vez.
Los familiares saben que les están mintiendo, saben que no es casual que los expedientes no aparezcan, o se demoren en aparecer, que no hay un debido proceso cuando muchos de los procesados no han tenido si quiera un abogado defensor en su juicio. Insisto, son miles de familias que están buscando un abogado, recorriendo puntos distantes en un momento en que hay restricciones de horarios y transporte público, familias que buscan, en medio de toda esta escasez, alimentos y aseos para llevar a sus detenidos, todo eso sin poder darse el lujo de cansarse, de venirse abajo.
He hablado con esposas y abuelas que lloran y en menos de cinco minutos ellas solas retoman la fe y siguen contándome cómo les va en su proceso. Esposas, abuelas, madres, amigos, que me repiten hasta el cansancio que su familiar no es ningún delincuente, porque es lo que el gobierno quiere hacerles creer a la gente.
Creo que ahora tenemos que enfocarnos en esas familias, en su dolor, en cómo ayudarlas por todas las formas y vías posibles, porque lo que dejó el gobierno luego del 11 de julio fue un estado de terror, todo el mundo tiene miedo, miedo hasta escribir un post en Facebook, lo que da la medida de cuán eficaz ha sido el gobierno utilizando ese miedo como herramienta para evitar cualquier tipo de manifestación y expresión que se le oponga, por mínima que sea.
¿Podrías describir tus orígenes familiares y sociales? ¿Cuán “integrada” fue tu familia en el proceso revolucionario durante tu niñez?
La mía es una familia desintegrada por la migración, algo común en las familias cubanas. La primera persona de mi familia que se fue es alguien muy, muy cercana, yo tenía 9 años y nunca se me olvida ese día. Los que nos quedamos acá, que fuimos a despedirla, no nos movimos de la terminal hasta que no vimos que el avión despegara. Esa fue la primera separación, y tardé tres años en comprenderlo, el tiempo que pasé sin ver a esa persona, un día que me eché a llorar porque sentí que la necesitaba, y mucho.
De ahí en adelante mi familia se fue yendo poco a poco. Ya yo no era una niña, sino una adolescente. Fue cuando comencé a cuestionarme algunas cosas, ¿por qué se iban los niños, los jóvenes? ¿por qué se quedaban los viejos? ¿por qué se iban, para qué, en busca de qué? Entonces, como dije una vez, yo no disiento porque soy periodista independiente, yo no disiento porque quiera formar parte de un grupo, ni porque esté influenciada por esos grupos, ni por la gente con la que trabajo, yo disiento porque crecí viendo cómo mi familia se iba, porque si se estaban yendo, era porque algo acá no estaba bien, algo acá no funcionaba, algo acá estaba fallando, como en efecto falla. Yo crecí con esas preguntas, y como te dije antes, me las fui respondiendo gracias al periodismo.
¿Cuán “integrado/a” fuiste tu de joven/adolescente? ¿Cómo fueron tus experiencias educacionales hasta y durante el preuniversitario?
No te puedo decir que haya sido una adolescente/joven integrada, al menos en el sentido de integrada al proceso revolucionario. Fui a todas las marchas habidas y por haber, en parte también porque era muy, muy divertido para nosotros que lo vivimos siendo muy jóvenes, pero no por una convicción ideológica. No era que estuviera en contra, no me oponía a esa ideología como me opongo hoy, por supuesto, pero tampoco creía en ella.
Me propusieron durante 4 años para ingresar a la UJC, y siempre me negué, porque tenía intenciones de irme del país en algún momento, porque fue el referente con el que crecí. Y pensaba que ser parte de la organización podía ser luego una limitante. Además de que no me parecía nada atractiva, ser militante era ir reuniones y luego pasar directo a engrosar el PCC.
Aunque en la universidad sí participaba en las reuniones de la UJC -la militante sin carnet- porque en ellas se debatían temas que me parecían interesantes, sobre todo los debates de las redes sociales y los blogs que los imprimían y los leían en el aula, y se comentaban. Pero como no era militante no podía participar, solo podía estar como oyente.
¿Cómo y porqué decidiste estudiar periodismo en la universidad? ¿Qué te atraía de la idea de ser periodista en un país como Cuba?
Cuando empecé a estudiar periodismo yo no tenía ni la más mínima idea de cómo funcionaba o lo que pasaba en este país. Tampoco era consciente de lo que significaba o implicaba ser periodista, y realmente no creo que alguien con 18 años lo fuera. Entonces yo tenía una idea muy romántica de lo que podía ser el periodismo: escribir, leer muchísimo, saber de varios temas, ese tipo de asociaciones que uno hace cuando empieza a descubrir algo que le gusta.
En aquel momento (2007 - 2008), el contexto mediático era muy diferente. Existían medios independientes, pero yo nunca escuché de ellos hasta bien avanzada la carrera o, incluso, después de graduarme. Los medios, como ahora, eran digitales, y aunque los estudiantes de periodismo teníamos acceso a Internet tanto en la facultad como en las salas de navegación de algunas redacciones, nunca entré a ninguno de ellos. Solo conocía, por referencias de mi familia emigrada, el blog de Yoani Sánchez.
Suponía que había temas vedados: los directivos del país, la figura del Fidel Castro, temas más relacionados con la estructura política del país que, además, en aquel momento yo tampoco comprendía muy bien. Pero asumía como lógico que no se pudiera hablar de eso. Estábamos muy acostumbrados a que, en Cuba, sencillamente, no se hablaba mal del sistema ni de los funcionarios. Era algo que teníamos incorporado, por aquello “no darle armas al enemigo”, una de las tantas frases trilladas con que nos han adoctrinado.
Mirando atrás a tu propio desarrollo profesional y orientación política a lo largo de los años ¿cómo ha ido transformándose este desarrollo y esta orientación y porqué? ¿Hubo un momento de ruptura o despertar o fue más un proceso lento y largo de distanciamiento e independencia?
Esa transformación se la debo al periodismo independiente, en la medida en que descubrí acciones legales, abusos de poder, desidia de las autoridades policiales, violaciones en los procesos judiciales, falta de interés del gobierno por las demandas de los activistas, acoso y amenazas a activistas, periodistas, todo eso hizo que fuera buscando la otra parte de la historia, la que nunca nos fue contada. Uno parte de una realidad que le molesta y cuando empiezas a tirar de ese hilo lo que sale es un sinfín de realidades ocultas, es como descubrir una realidad paralela dentro de tu mismo país. Y hay que ser muy cínico como para coser esa rotura y decir ahí no entro más.
¿Cuál fue tu primer puesto laboral como periodista en el sector oficial/estatal?
En tercer año de la carrera fue cuando me planteé por primera vez mi futuro laboral. Había muchas cosas que todavía no tenía claras, pero algo sí sabía: que no quería ir para un medio estatal. Y no era tanto por el tipo de prensa que se hacía -hace- en esos medios, sino por las dinámicas de trabajo, las rutinas productivas. Ay, la verdad es que me parecía pantanoso, como que llegaría ahí y más nunca saldría, tenía miedo a que me cogiera la rueda de estar todos los días haciendo lo mismo que ya veía en el periódico o en la televisión y que me parecía en extremo aburrido.
Así que tuve tiempo, y suerte la verdad, para acercarme al Centro de Investigaciones Sociales (CIS) del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), y que me aceptaran la ubicación, tanto del centro como del Departamento Ideológico, que es quien ubica laboralmente a los estudiantes de periodismo. En el CIS estuve tres años como Especialista B en Investigación en Ciencias Sociales (así era el nombre oficial de la plaza).
¿Fue agradable o desconcertante?
Lo primero es que los centros de investigación en Cuba son otros de las tantas burbujas que hay. Internamente hay un trabajo, una metodología, unos resultados. Pero hasta ahí, esos resultados no se aplican, y todo el mundo lo sabe. Una vez me dijo un director de televisión que el CIS era la papelera de reciclaje del ICRT.
¿Podrías compartir una anécdota que lo ilustre?
Cuando llegué me dieron mucha libertad para trabajar. Tanto que me propusieron abrir una nueva línea de investigación, el estudio de audiencias en medios digitales. Me sentí con tremenda suerte de arrancar así. Pero eso nunca fluyó. Primero porque el entorno virtual de medios era súper emergente (hablo de 2013-2016), y no hablo de medios de prensa independientes, sino medios oficialistas que ya tenían páginas en redes sociales, que era lo que yo pretendía analizar, la audiencia a través de esas redes sociales. Y segundo, porque no tenía quien me orientara en esa línea, porque el consejo metodológico del centro no estaba capacitado en el tema, solo tenía muchas ganas de hacerlo.
¿Cómo combinaban estas experiencias profesionales con las esperanzas y ambiciones que tenías?
Mi plan era continuar en el CIS y luego cambiarme a otro centro de investigación, hacer una maestría, seguir el curso lógico. Pero ya estaba sintiendo que me iba a empantanar, la misma razón por la que había evitado los medios oficialistas. Entonces no era cosa de un lugar específico, el empantanamiento es sistémico, ocurre en casi todas las instancias estatales en Cuba. Y cuando uno es recién graduado tiene una energía tremenda que pocas veces se aprovecha (hablo acá por experiencias de amistades recién graduadas en los últimos 7 años). El propio sistema laboral estatal no te estimula a ser más productiva, a proyectar metas. No puedo afirmar que esto suceda en el sector periodístico porque nunca trabajé allí, pero suele ser una tendencia en el sector estatal en general.
¿Podrías compartir una anécdota de tu estancia en CIS o ICRT que ilustre este sentir creciente de frustración en ti?
Bueno, la mejor anécdota para esto es la que conté arriba, cómo tuve la libertad de trabajar en algo que quería, pero no las condiciones. Por ahí empezó esa frustración.
Un día me escribió un amigo, que le habían mandado una nota para un medio independiente, no podía hacerla, y me la cedió. Le cogí el gusto a salir a la calle a reportar, porque los medios independientes nos dieron la oportunidad para contar otras historias -que siempre estuvieron ahí-, y que me hicieron mirar a los lados, y no arriba, para empezar a entender cómo funcionamos.
¿Esta nota fue publicada y cuál medio independiente la pidió?
Fue una nota sencilla para OnCuba, una entrevista a una compositora de una orquesta sinfónica. Pero de ahí surgieron otras notas, y otras, y así fue como vi que realmente podía hacer un periodismo con el que me sentía bien y estaba de acuerdo.
En 2011, el escritor cubano Juan Orlando Pérez publicó una reflexión en su blog Juan sin nada titulado: “Profesión, periodista. Cubano. Perdón”. Dice que ser periodista en Cuba es la receta perfecta para una vida profesional de una “espesa insatisfacción” y “tremenda frustración”. Al mismo tiempo, describe los dos años que trabajó en La Tribuna de La Habana como los más felices de su carrera. ¿Cómo entiendes esta descripción contradictoria de Pérez?
Lo que comparto con esas insatisfacciones y frustraciones es su origen, se deben al mismo problema: la negación que hace el gobierno cubano a la prensa en general, a lo que la prensa es y significa, dentro o fuera de sus estándares éticos, una herramienta para convocar, fiscalizar, influir, concientizar, crear estados de opinión, convencer o absolutizar una realidad si se quiere.
Mis insatisfacciones y frustraciones no son del tipo quise escribir sobre tal tema y me lo censuraron, o me rechazaron una nota bien reporteada porque el tema no convenía ideológicamente, o hubo una fuente o cita que me mandaron a quitar… Y aquí un oficial de la Seguridad del Estado me dijo en un interrogatorio que claro que eso no me había pasado, porque seguramente yo no había propuesto un texto que contara las cosas buenas de la Revolución.
Una de las tantas falsas ideas en las que les gusta creer, que los medios independientes solo hablan de las “cosas malas”. Confunden “bueno” con complaciente, y “malo” con el ejercicio de buscar y contar dónde falla este sistema, por qué, y cómo se siente la gente con respecto a eso, que es un ejercicio de autorreconocimiento a gran escala.
Los medios independientes surgieron precisamente para hacer ese ejercicio ausente en la prensa oficial, y eso no significa que lo que haya que reconocerse no se reconozca. El asunto está, primero, en que cada vez hay menos que reconocer, cada vez hay menos razones por las que alguien creería, cada vez hay menos argumentos sólidos para justificar el modo de proceder del gobierno, su estructura totalitaria. Y, en segundo lugar, en que hablar solo de las cosas buenas de la Revolución, digámosle así en el lenguaje de ellos, de cualquier gobierno o sistema, no tendría ningún sentido periodística ni cívicamente hablando.
Entonces, mis frustraciones e insatisfacciones vienen de las condiciones en que se ejerce la prensa independiente. Es un clima hostil e inseguro al que terminas de entrar cuando el oficial que te atiende te llama por primera vez. Al momento uno activa un protocolo para todo, porque ya sabes que hay una atención sobre ti, aunque sabes también que el objetivo no eres tú, no individualmente. Y eso es muy agotador.
¿Podrías compartir una anécdota especifica o ejemplo particular de esto?
Bueno, en el momento en que te respondo esta pregunta he recibido dos llamadas de un número oculto, que no respondí. Luego llamaron al teléfono fijo de la casa, y cuando respondí colgaron. Es una llamada que he estado esperando desde que comencé con el listado de detenidos y desparecidos del 11 de julio. Tengo la certeza de que es la Seguridad del Estado porque esas son sus formas de proceder. Ellos crean las condiciones para que tú pienses todo el tiempo que vienen a por ti, o incluso cuando no las crean, por el solo hecho de hacer periodismo independiente, o de evidenciar en un listado lo que quieren ocultar, ya sabes que en algún momento lo harán. Vivir pensando así es agotador, y eso es precisamente lo que ellos buscan.
Lo otro es que con la campaña de descrédito fortísima que emprendió la prensa oficialista contra la independiente desde el año pasado, las personas en Cuba tienen más miedo de hablar, las fuentes se cierran. Y es difícil decirle a alguien que hable y que no tenga miedo cuando una misma no tiene una salida o solución segura que ofrecer.
Pero a la vez, como dice J.O. en el texto, hay muchas pequeñas satisfacciones, dar a conocer algo que muchas personas no sabían que pasaba, o cómo pasaba, comprender e intentar explicar luego cómo funciona el país, observar cómo piensa la gente y por qué, sistematizar cuáles decisiones tomó el gobierno y cuáles dejó de tomar para llegar a donde estamos ahora… No es que sea contradictorio, es que eso es lo que alivia, lo que nos salva.
¿Cuáles han sido los costos y beneficios de dejar el periodismo oficial y lanzarte como periodista en los medios independientes?
El único beneficio del que puedo hablar, por no haber pasado el servicio social ni colaborado con un medio oficialista es el hecho de no pertenecer a la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC). Escuchaba que a muchos de los periodistas que mantenían su puesto en medios oficiales a la par que colaboraban con los independientes eran advertidos desde la UPEC, y yo me aliviaba de no tener “un lugar por donde me cogieran”, y me refiero a que me regañaran, cuestionaran, advirtieran.
¿Cómo fue el proceso de dejar CIS y ICRT y trabajar en medios independientes? O sea, ¿podrías describirme tu trayectoria como periodista a través del tiempo?
Fue un proceso sin conflictos, simplemente me di cuenta que tenía oportunidades de trabajo gracias a los medios independientes que antes, cuando estudiaba, no existían. No de la manera en que yo quería hacer periodismo. Irme a un centro fue una escapatoria, como también les sucedió a otros periodistas que hoy están en activo y que estuvieron sus primeros años de graduados sin hacer periodismo, trabajando en centros de investigación.
¿Cuáles han sido los medios con que has publicado y como ha ido cambiando tus colaboraciones periodísticas?
Lo que me impulsa a colaborar en un medio es el tema, siempre. Es difícil que un trabajo salga bien, o salgo al menos como uno lo espera, si el tema no te gusta. Por supuesto que hay trabajos con los que uno no está completamente cómodo, pero por lo general, si el tema no es atractivo es difícil sacar un buen trabajo de ahí. Me he movido por varios medios independientes siempre atraída por eso, el tema del trabajo, que siempre surge de lo que vivo y veo todos los días.
¿Desde cuándo colaboras con YucaByte y por qué con YucaByte y no con otro medio independiente? ¿Hay algo en particular que te atrae sobre su línea editorial o los temas que se trata allí y/o tienes una buena relación profesional con los editores?
Primero debo decirte que estas mismas preguntas me las hizo el oficial de la Seguridad del Estado en un interrogatorio.
Desde que los editores de YucaByte me escribieron para que colaborara con el medio me pareció interesante la propuesta, la línea editorial enfocada en las TICs y su impacto en la sociedad cubana. No existía un medio que tratara exclusivamente esas temáticas. Además, tengo una buena relación profesional con los editores, y esto es clave en cualquier ambiente laboral, pero en el nuestro más. Trabajamos con subjetividades constantemente, y esa relación es lo que permite encontrar los equilibrios necesarios para que el trabajo salga, es decir, se publique, sin desacuerdos por ninguna de las dos partes.
¿Participaste en el fenómeno “blogger” y cual fue el impacto de esta experiencia en ti?
Yo no puedo decir que participara como tal en el fenómeno blogger. Tuve un blog, que fue para todos como una descarga, pero no fui consistente con ese proyecto, no tuvo ningún impacto. Creo que participé más del fenómeno compartiendo con otros blogueros en el grupo Blogosfera Cuba.
¿Qué opinas de la prensa oficial? ¿Cómo podrías describírmela? ¿Es monolítica o tiene luces y sombras? ¿Qué es lo que diferencia fundamentalmente al periodismo independiente del periodismo oficial?
La diferencia medular entre la prensa oficial y la independiente es la intención que tiene cada una. La prensa oficial, como ella misma se describe, son los órganos del Partido Comunista de Cuba, de la Unión de Jóvenes Comunistas… Le sirve de propaganda, aun cuando en raras ocasiones intente ser crítica. Puedes encontrar materiales que denuncian alguna corrupción a menor escala, temas sociales como vivienda… pero nunca esos materiales van más allá de la denuncia per se del problema. No elevan la hipótesis periodística para analizar el problema como un fenómeno que, en la mayoría de las situaciones, es resultado de la gestión del gobierno, por la centralización de su estructura.
Te pongo un ejemplo. Hace poco leí el reportaje, “En cortocircuito el riego electrificado”, del periódico Escambray (10 de marzo, 2021), sobre cómo las nuevas tarifas de electricidad afectan a los agricultores que tienen sistemas de riegos electrificados. Lo leí a consciencia, a recomendación de un amigo que lo describió como un buen reportaje de la prensa estatal. El texto describe la relación entre los precios de las tarifas y de las ventas de los agricultores, una relación que resulta en pérdida, y que incide pues en uno de los mayores problemas que tenemos ahora mismo: el desabastecimiento de comida.
Todo ello desde la perspectiva de los agricultores, los presidentes de las cooperativas, que fueron las únicas fuentes. No se entrevistó a ningún funcionario de la Unión Eléctrica para saber por qué retira directamente el dinero de las cuentas bancarias de las cooperativas sin antes notificar el monto de la factura (una de las quejas de los agricultores), o para saber cómo se justifican en términos económicos estas nuevas tarifas.
No se entrevistó a ningún funcionario de la comisión para la implementación de la Tarea de Reordenamiento para saber si esta situación se avizoró antes, qué solución darán a estos productores, y cuáles problemas económicos pretende resolver el gobierno con la implementación de las nuevas tarifas en particular y las medidas en general. Y como prensa oficial puede hacerlo, puede acceder a estas fuentes.
El reportaje, en fin, no intenta responder qué sucede en el país para que los agricultores -de quienes dependemos más que nunca en medio de esta crisis alimentaria- tengan que pagar solo por electricidad casi el mismo monto, o más, que le generan sus ventas.
No es que el periodismo independiente siempre llegue a ese punto, o que toda su existencia gire entorno a él, a la raíz del problema, sino que la prensa independiente ha dado espacio y oportunidad al periodismo investigativo que al menos intenta responder ese tipo de preguntas, y que analiza los hechos no como casos aislados, sino como parte de un fenómeno, que es entonces cuando puedes explicar cómo funcionan y a qué se deben.
Y ha sucedido que, en un solo reportaje, o un solo periodista o medio no llega a responder todo, no llega a desentrañar el asunto, por las propias limitaciones de acceso a la información y a las fuentes, pero abre camino a otras investigaciones, o a otros materiales periodísticos.
¿Cómo comparas sus condiciones de trabajo? ¿Cómo comparas sus habilidades de apoyar o facilitar el periodismo?
Y ahí radica la segunda diferencia entre el periodismo oficial y el independiente: las condiciones de trabajo.
El acceso a la información y a las fuentes es la primera brecha. Cuba no tiene una política de transparencia de datos. Logramos levantar algunos datos de reportes de la prensa oficialista, de las intervenciones públicas de los funcionarios en reuniones y congresos donde solo son invitados los periodistas oficialistas y los corresponsales extranjeros. Entonces tenemos que trabajar con datos a medias, ajustar el material a lo que hay, y no a lo que realmente necesitamos. Los funcionarios ni las instituciones, como ya sabemos, no responden las solicitudes de entrevistas de la prensa independiente, y aun así estamos en la obligación de hacerla como parte del ejercicio periodístico, y dejar la constancia en la línea que ya es común en la prensa independiente: “no respondió a la solicitud para este reportaje”.
Tenemos entonces que trabajar a partir de inferencias, o prescindir de lo que sabemos que sucede, pero no podemos probar o verificar. Y aún así el periodismo oficialista cubano sufre más carencias informativas, analíticas, de contexto, que el independiente, precisamente porque su intención no es tanto informar como hacer propaganda ideológica.
Y está entonces el tema de la seguridad. El periodista oficialista no vive con la zozobra de que lo va a llamar la Seguridad del Estado, al menos no para cuestionarle quién le paga, ni para amenazarlo o sitiarlo por ello. El periodista oficialista no teme porque lo detengan durante una cobertura, o en una fecha señalada, o por salir a la calle simplemente. No tiene que lidiar con esas incertidumbres. Tendrá otras, por supuesto, pero ninguna, o pocas, relacionadas con su seguridad física y emocional, con la seguridad de su familia.
A tu juicio o en tu experiencia como periodista y como lector, ¿Cómo describirías el ecosistema o el espectro de los medios independientes cubanos?
Por suerte existe un rango bastante amplio de medios independientes cubanos, teniendo en cuenta que la mayoría existen desde hace menos de una década. Hay medios generalistas y medios especializados en temáticas puntuales: tecnologías y sociedad, medioambiente, género y diversidad sexual, música, deporte, farándula, etc. Y todos, absolutamente todos, son necesarios para diversificar el espectro de realidades cubanas.
Lo primero que tienen en común estos medios es que se crearon para cubrir estas realidades o aristas de estas realidades opacadas, ignoradas a conveniencia por la prensa oficial. Había un nicho ahí de información e historias que facilitó no solo que estos medios nacieran y crecieran exponencialmente, sino que se mantuvieran como lo han hecho hasta hoy, posicionando el periodismo independiente cubano en la región latina e iberoamericana.
Los une también su estatus, en este caso ilegal. Algunos medios son más tolerados por el gobierno que otros, algunos están registrados fuera de Cuba, pero todos son ilegales, están prohibidos acá dentro, lo que limita posibles modelos de financiamiento con capital nacional; algo que en la práctica, por las condiciones económicas de Cuba, es poco probable. Pero una cosa es una limitación económica y otra una política. La perspectiva cambia radicalmente, porque las limitaciones políticas atentan directamente contra derechos, derechos a la información, a la libertad de expresión, a la libertad de prensa…
Ese estatus ilegal, como dije arriba, permea sus condiciones de trabajo y de seguridad.
¿Cómo se distinguen entre sí y cuales son las características que los unen y cuales son las características que los diferencian o separan uno del otro? ¿Hay o había una distinción importante entre los medios “independientes” y los medios “alternativos” y los medio “no-estatales”?
Entonces, además de las diferencias evidentes (tipo de medio, públicos, línea editorial, etc.) una diferencia que subyace es el enfoque y tratamiento que le dan al gobierno cubano, a los activistas opositores. Hay medios con un discurso más “agresivo”, emplean términos como dictadura, régimen, y no se trata de si el gobierno lo es no -yo particularmente sí lo creo-, sino de que en el imaginario cubano esos términos te ubican “por default” en la extrema derecha, en lo más disidente de los disidentes.
Una vez yo contacté a un muchacho para una entrevista. Me presenté, y presenté el medio donde se publicaría. Siempre describo el medio a grandes rasgos y luego envío el link para que la propia fuente pueda revisar y decidir. El entrevistado rechazó la entrevista porque entre las últimas publicaciones había una entrevista a Luis Manuel Otero Alcántara, y él no quería ese vínculo, y está en todo su derecho, por supuesto.
Pero a lo que me refiero acá es a cómo se manifiesta esos enfoques que comentaba, y cómo son perceptibles por la ciudadanía. El tema del Movimiento San Isidro (MSI) ha sido abordado por la mayoría de los medios, pero cómo ha sido tratado el tema, qué visibilidad le ha dado, hasta qué géneros periodísticos ha utilizado es lo que los diferencia con respecto a su posicionamiento sobre el fenómeno, más allá de la coherencia que debe seguir cada medio con su línea editorial.
Como graduada de Periodismo, es probable que tengas amigos y colegas que siguen trabajando en el sector oficial mientras tu y muchos otros han optado por el sector alternativo, independiente, no-estatal. En tu opinión, ¿Hay algo en particular que distingue los que se quedaron trabajando dentro de la oficialidad de los que se fueron?
Creo sinceramente que los periodistas que aún trabajan en los medios oficiales no han podido explorar ni explotar al máximo sus capacidades. Hablo por los que conozco, no quiero absolutizar. La prensa oficial tiene unos límites muy bien delimitados, no solo en temas, sino en las formas de hacer periodismo. Es un esquema obsoleto totalmente. Yo no escucho hablar a esos amigos que aún pertenecen a los medios oficiales de los temas ni formas de hacer periodismo que son tendencia hoy, el periodismo colaborativo, los proyectos de investigación periodística trasnacionales, los equipos cada vez más multidisciplinares donde hay hasta programadores, el cuidado y salud mental del periodista, etc.
Y ya con respecto a temas políticos, la diferencia es que los periodistas de medios oficiales tienen más cuidado al decir las cosas, o no las dicen como son, aunque lo piensen, o simplemente no se sienten o no son tan radicales como los periodistas independientes, y esto tiene que ver con las experiencias que ha vivido cada uno, por sus condiciones de trabajo.
Que la Seguridad del Estado te tenga bajo acoso y amenaza constante no hace sino radicalizarte más.
De la misma manera, debes tener muchos colegas periodistas independientes quienes se han ido del país mientras tu has optado por seguir practicando el periodismo desde adentro. En tu opinión, ¿Hay algo en particular que distingue los que se han ido de los que se quedaron trabajando dentro del país?
Los que se han ido a veces crean más compromiso con el tema y la situación de Cuba. No digo que los que permanecemos acá dentro no estemos en sintonía con ese compromiso, pero es algo que ciertamente noto más en los periodistas que continúan ejerciendo fuera del país.
Eres periodista, pero ejercer el periodismo fuera de la oficialidad en Cuba te convierte en una suerte de “disidente” en los ojos del estado aún cuando esta no es tu intención. ¿No? Para ti, ¿cuál es la diferencia clave entre un periodista independiente y un disidente, opositor o activista? ¿Es posible ser ambas cosas al mismo tiempo?
Los disidentes somos aquellos que nos desvirtuamos de la estructura de pensamiento que ha instaurado este gobierno durante décadas. Somos los que nos hemos cuestionado el sistema. Lo que compartimos tanto periodistas como activistas independientes es una misma posición crítica con respecto a casi todas -por no absolutizar- las instancias del gobierno. Es el factor que tenemos en común, porque todo lo que estamos denunciando y demandando responde directa o indirectamente a su estructura y gestión.
Lo que no somos es un bloque homogéneo, cada cual se cuestiona el sistema desde y hasta donde quiere o puede, a partir de sus propias experiencias. Por eso está el que cree en la vía del diálogo con las instituciones y el que no, el que busca solo algunos cambios dentro de este sistema y el que busca un cambio de sistema…
Pero para el gobierno todo lo que lleve detrás el apellido de “independiente” es lo mismo. El acto de disentir te ubica automáticamente del otro lado, en el opuesto, un error que resulta en que algunos grupos o personas se radicalicen cada vez más.
Yo personalmente simpatizo con varias causas del activismo independiente que se está haciendo ahora mismo en Cuba, porque los problemas que denuncian me afectan como ciudadana. Entonces es difícil que ello no influya en el ejercicio periodístico. Hay que reconocerlo. Lo que como periodista hay que tomar distancia. En el momento en que se es periodista no se puede ser activista. Se corre el riesgo de observar a medias, o de hacer lo mismo que estamos criticando, dar propaganda a los intereses de un grupo, aunque formemos parte de él. El periodismo tiene sus herramientas, espacios, formas de manifestarse, de contextualizar, y el activismo por su parte tiene las suyas, aun cuando tengan factores y objetivos comunes.
Una de los miembros del M27ENE dijo en la conferencia de prensa que dieron por Zoom -a raíz de la detención masiva de los activistas, desatada cuando el ministro de cultura Alpidio Alonso agredió a un periodista independiente que cubría la protesta frente a ese ministerio- que ellos, como activistas, tenían que apoyar más denunciando las agresiones contra la prensa independiente, como la prensa los apoyaba cubriendo sus eventos y dándoles mayor visibilidad. Eso es un resguardo mutuo, un reconocimiento del trabajo y el cuidado en conjunto, cada cual desde su posición.
El periodismo independiente cubano siempre se ha nutrido del trabajo de periodistas autodidactas o “periodistas ciudadanos”. Para ti, ¿la distinción entre periodistas independientes “profesionales” (con títulos universitarios y experiencia en el sector oficial) y los autodidactas tiene relevancia o importancia?, y si es así, ¿en qué sentido?
Ciertamente no hay relevancia ninguna. Quizá que el periodista formado en la academia domina algunas teorías, o algunos conceptos, pero el periodismo es un ejercicio esencialmente práctico. Los periodistas no formados en la academia tienen una ventaja, porque parten de preguntarse, de cuestionarse, parten de una lógica y no de unos preceptos aprendidos. Los que sabemos cómo se hace periodismo echamos mano a la receta, pero lo que mueve un buen trabajo es tener la curiosidad por saber cómo funciona algo o por qué no funciona, y eso no te lo da la academia.
Durante un tiempo se enfatizó el hecho de que algunos blogs y después medios independientes se hicieron “desde Cuba” mientras otros se hicieron “desde afuera”. ¿Para ti, todavía tiene importancia o significado o relevancia esta distinción dada la realidad cada vez más “trasnacional” del periodismo y de la nación cubana?
Condenar el periodismo “desde afuera” es como decir que no puedes opinar de la realidad de Cuba porque no vives aquí, que es el argumento de los que no tienen argumento. Por supuesto que vivir la realidad del país dentro o fuera te da diferentes perspectivas, pero eso no es una limitante, más bien es enriquecedor. Los periodistas cubanos que viven fuera ven cosas que no vemos los que estamos acá dentro, y al revés.
Además, como dices, Cuba es cada vez más trasnacional, hay comunidades migrantes en Estados Unidos, Europa y América Latina, la ruta de investigación que comienza en Cuba puede terminar fuera, cada vez más se apela al periodismo colaborativo y trasnacional, esa distinción pierde sentido, si es que alguna vez lo tuvo.
También sucede que muchos de los periodistas que han abandonado el país lo han hecho presionados por la Seguridad del Estado, entonces es muy cínico que como gobierno los obligues a que se vayan y luego los condenes por hacer periodismo desde fuera.
En todas partes del mundo el modelo de la financiación de los medios está en crisis. En Cuba, además hay un discurso oficial de que los medios y periodistas independientes son realmente “subversivos” y “mercenarios” porque cuentan con financiación alternativa. ¿Podrías hacer una valoración de esta controversia?
Primero, por ley (la Ley de Protección de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba, conocida como “Ley Mordaza”) que te paguen por colaborar con un medio de prensa, bien con dinero o regalos, es un agravante de los hechos. La colaboración gratuita también es sancionada.
En el contexto nuestro es prácticamente imposible que un medio pueda apelar a un modelo de financiación que excluya a las organizaciones, del tipo que sea, porque, para empezar, los medios no tienen estatus legal alguno. Este año, por demás, el gobierno formalizó la prohibición de la prensa independiente -junto con otras tantas actividades más de carácter profesional-.
Bajo la lógica del gobierno, las fuentes de financiamiento marcan la línea editorial de los medios independientes, cuando realmente esa afirmación es más evidente en la prensa oficialista.
Yo aquí solo hablo desde mi experiencia, y vuelvo a un tema que comenté más arriba, el periodismo independiente que se hace en Cuba responde al propio contexto de un país con graves carencias y opacidad de la información. Yo personalmente no he sido presionada para contar una historia, arista o parte de la historia que considere incierta. Y eso es precisamente lo que he respondido a la Seguridad del Estado, a las personas que juzgan el trabajo de la prensa independiente. Es además lo que mantiene mi consciencia tranquila.
Y así será mientras crea en lo que estoy haciendo, y pueda probar la veracidad de los hechos y, sobre todo, mientras crea que contándolos no estoy haciendo un daño, como dice la Seguridad que hacemos, un daño tremendo a la Revolución por mostrar sus fallos. Yo sé que esta idea puede parecer un poco romántica, pero cada vez que alguien intenta cuestionar mi trabajo, eso es precisamente lo que respondo.
¿Cuáles son tus experiencias de acoso, intimidación o detención e interrogatorio por parte de la seguridad del estado? ¿Has sido arrestado, molestado, amenazado o difamado? ¿Ha sido impedido o “regulado” tu movimiento dentro o fuera del país? ¿Bajo cual justificación legal?
He ido a interrogatorio tres veces. Interrogatorios en casas de protocolo, no en estaciones de policía, que a los efectos es lo mismo, pero que según ellos tienen intenciones diferentes.
La primera es para hablar contigo, aconsejarte, para “salvarte”. En las casas supuestamente estamos más cómodos, el ambiente, dicen ellos, es más parecido a una conversación porque tiene un sofá y una mesita de café de por medio, y no dos sillas separadas por un buró, una visión muy simplista del diálogo.
Y la segunda, como me han sugerido, es para reafirmarte que estás en la gaveta de los contrarrevolucionarios -son sus metáforas, tal cual-. Entonces para ellos sí hay una diferencia entre una casa de protocolo y una estación de policía, aunque a los efectos logran lo mismo: desestabilizarte, quebrarte, amenazarte.
En los interrogatorios la idea ha sido, como dije, “salvarme”. Según su lógica yo sola me metí en “esta candela”, algo que no pude dejar pasar, porque las condiciones por las cuales hacer periodismo independiente es “una candela”, un problema, las crearon ellos. Eso hay que recordárselo aun cuando lo aconsejable es que no digas nada, que no hables.
En el primer interrogatorio uno de los oficiales me dijo que ellos no querían que yo dejara mi trabajo, que ellos me dejarían participar en talleres, pero que “esto” -refiriéndose a la relación entre ellos y yo- no podía ser de un solo lado. Ahí reafirmé que su objetivo no es el trabajo de nosotros como periodistas, sino que colaboremos con información.
Es el método que han mantenido siempre. No les incomoda tanto el periodismo que hacemos como saber de dónde viene el dinero, para arengar luego que el periodismo independiente es una actividad subversiva.
Cuba tiene una historia larga de censura y autocensura de la prensa (incluso antes del triunfo de la Revolución). ¿Profesionalmente has sufrido la censura o has tenido que ejercer la censura o la autocensura tanto trabajando en la prensa oficial como la independiente? ¿Podrías describírmelo con detalles o anécdotas?
Realmente no. A ver, hay quien puede decirme ahora que estoy siendo ingenua, pero de verdad yo no he sufrido ningún episodio de censura en la prensa independiente. Nunca un editor me ha dicho esto no se publica en mi medio, o esta parte del trabajo, esta cita, no se publica en mi medio. Sí he tenido debates con los editores sobre perspectivas de un tema, selección de fuentes, pero nunca nada que haya impedido una publicación, o una parte de ella.
¿Hasta la fecha, cuál ha sido el impacto del auge del nuevo periodismo independiente digital en Cuba?
El mayor impacto está en el acceso a la información que tiene la ciudadanía cubana, propiciada por los medios independientes, y con medios generalistas como CiberCuba, por ejemplo, el acceso que tiene prácticamente en tiempo real. Claro que eso, primeramente, está mediado por el acceso a Internet, sobre todo el internet por datos móviles, al que tuvimos acceso en diciembre de 2018.
Antes que eso, los medios independientes se estaban creando y posicionando, y las necesidades informativas de la gente ya existían -en realidad han existido siempre, por la desinformación de los medios oficialistas-, pero la propia dinámica de la WiFi exigía establecer prioridades una vez que te conectabas a internet, que generalmente eran comunicarse con familiares y amigos fuera del país.
No habían podido juntarse el hambre con las ganas de comer, como decimos acá.
Ese acceso a la información ayuda a generar estados de opinión que van más allá de las experiencias de uno. Nos ayuda a salir de nuestros pedacitos. Que la gente acá en Cuba pueda saber que en efecto hay detenciones, represalias policiales, protestas, negligencias médicas con consecuencias mortales, juicios sumarios e irregularidades en los procesos judiciales, grupos de activistas exigiendo leyes al gobierno, ayuda a comprender la dimensión del entorno político y social en que vivimos.
Vuelvo a algo que dije antes: no se trata de casos aislados, estamos observando que ocurre lo mismo en Pinar del Río que en Guantánamo -con sus particularidades, por supuesto- pero el fenómeno es el mismo. Y ahí aportan muchísimo los medios generalistas, porque ayudan a sistematizar estos fenómenos que luego el periodismo investigativo puede analizar a mayor escala.
Lo otro acá es que el periodismo independiente no solo está contando lo que sucede en la actualidad, sino también lo que sucedió hace décadas, está haciendo una tarea de excavación que permite que la gente pueda complementar la historia con la otra parte, la que nunca nos fue contada.
Mira, muchas de mis amistades que no son periodistas no conocían de los sucesos del remolcador “13 de marzo”, por ejemplo. Se enteraron con la cobertura que se hizo por el aniversario 25. Y era algo que no podían creer. ¿Cómo algo tan grave sucedió y no nos supimos sino 25 años después? Y puso a pensar a la gente, ¿cuántas otras cosas han pasado sin que nos hayamos enterado? Puso a la gente a cuestionarse la historia que nos han contado.
Entonces ese es otro gran valor del periodismo independiente, el cuestionamiento de la gente. Y para entender el valor de eso hay que recordar que el 85% de la población residente en Cuba nació después de 1959 (el dato no me lo inventé, lo tomé del Anuario Demográfico de Cuba, Edición 2019, de la Oficina Nacional de Estadística e Información ONEI). Es decir, nació bajó un gobierno, un régimen que ha alentado una ideología cegadora, intransigente, donde el/la que se cuestiona no tiene espacio en este país, literal.
Es como un culto, solo tiene lugar el que venera, admira, sacrifica y cree incondicionalmente.
¿El periodismo independiente tiene futuro en la Isla?
Entonces, sí creo que el periodismo independiente tiene futuro en la isla, a pesar incluso de las condiciones en que se desarrolla. Hay que mirar hacia atrás también, hubo medios independientes desde finales de los ´90, que le contaban más al mundo que a Cuba por las propias dinámicas tecnológicas; y se crearon nuevos medios antes de que se ampliara la WiFi y se implementaran los datos móviles, porque las redes de comunicación alternativas estaban creadas. La pata coja de esos momentos era el alcance. Y eso se va fortaleciendo cada vez más con el contexto de acceso actual.
Una vez una amiga me cuestionó qué sentido tenía que tantos periodistas se estuvieran yendo del país. Partía de la premisa de que migrar detiene o estanca la pelea. No podemos poner la responsabilidad en un grupo o generación. Si esta generación termina yéndose o apagándose por completo ante las presiones de la Seguridad del Estado, llegará otra, como mismo llegamos nosotros 10 años después de la Primavera Negra en Cuba.
Por eso ya te digo, sí creo que el periodismo independiente tiene futuro. No se están fundando nuevos medios como el boom que vivimos hace 5 o 6 años atrás, pero los que están se perfilan y fortalecen cada vez más. Y hay grupos residentes en el país, muchos de ellos jóvenes asiduos a esos medios, que es otro de los cambios en los que creo: el acercamiento e interés de los jóvenes al acontecer nacional, del que estaban muy desligados antes de este ecosistema de medios independientes.
¿Qué se debe cambiar para que tenga más o mejores posibilidades de existencia y éxito?
Quizá lo que deberíamos tener más en cuenta es que el periodismo es ante todo un ejercicio de servicio, en este caso de información. Hay que llegar también a la gente que no está interesada en ese acontecer, con información útil, práctica, que ayude a solucionar problemáticas de su entorno inmediato.
No podemos ignorara que la mayoría de la población, incluidos nosotros mismos, está inmersa en la supervivencia diaria. Y no se trata solo de mostrar, describir esa realidad, sino de dar herramientas a través del periodismo de servicio que orienten a la gente.
Creo que es un periodismo súper valioso en un contexto donde hay mucha desorientación por las propias trabas burocráticas, el entramado legal, y la desidia en general del sistema. Ese periodismo ayudaría a conectar más a la gente, a llegarle con otros recursos informativos, y a ampliar el alcance que tienen hoy los medios independientes.
Si pudieras recomendarme algunos artículos que has publicado que es/son representativos de tu trabajo periodístico a lo largo de tu carera, ¿cuáles serian?
“El otro precio del níquel”, YucaByte, 22 de octubre, 2019 (con Alberto C. Toppin).
“Las demandas sin respuesta de los grupos LGTB+ cubanos”, YucaByte, 8 de junio, 2020.
“Un naufragio en tierra firme”, Periodismo de Barrio, 23 de junio, 2021 (con Jesús Arencibia Lorenzo).
“Treinta años de espera por una ley de protección animal”, YucaByte, 21 de julio, 2020.