top of page
2023_04_07_matraca_7508c58b3a_edited.jpg

FORO CUBANO Vol 7, No. 70 – TEMA:  Monografías sobre la Cuba contemporánea: crísis, turismo, y migración

La revolución de las letras y su trágico destino

Por: Zharick Maciel Gómez
Diciembre y enero de 2025

El triunfo de la Revolución Cubana (1959) limitó todas las áreas de la existencia humana, incluyendo la libertad artística de los escritores y la difusión de sus obras. El escritor es un intelectual y un artista literario que tiene la misión de indagar y representar simbólicamente la realidad que lo rodea, atendiendo al lugar que ocupa en un determinado momento histórico y grupo social. En efecto, los pensamientos y las actitudes del escritor se forjan a merced del mundo que le ha tocado vivir.

No obstante, Mao, Zhdánov y Vladimir Lenin, líderes intelectuales marxistas, defendían la idea de que el escritor debe servir a la lucha política, asumir la tarea de reflejar las bondades del modelo socialista y guiar a las masas a involucrarse y legitimar las nuevas dinámicas y realidades sociales que los movimientos revolucionarios han dejado al descubierto. En tal marco, los lideres de las revoluciones marxistas buscaron generar una “Literatura de Partido” en la que la figura del escritor fuese una mera herramienta ideológica destinada al adoctrinamiento de las masas y la difusión de las ideas políticas.

Pero a diferencia de Mao, Zhdánov y Lenin que defendían la primacía de los revolucionarios sobre los intelectuales superhombres, Trotsky aseguraba que el terreno del arte y la literatura es uno de aquellos en el que el “Partido” no debe mandar, ya que el escritor inmerso en una sociedad marxista y decidido a apoyar el comunismo tiende a asumir una ideología dogmática y a tener la necesidad intelectual de totalizar la realidad del mundo que lo rodea.

El debate alrededor de la relación entre la literatura y las revoluciones marxistas deja de manifiesto la importancia del rol de los escritores en la transformación y el destino de la sociedad. El presente texto realizará una reflexión crítica de la tesis defendida por Abraham Talavera (1970) en su artículo “Los escritores y la revolución: El caso de Cuba” en la que sostiene que los intelectuales que huyeron de la isla lo hicieron por la incapacidad de adaptarse al mundo de la Revolución. En su lugar, se postula que la radicalización de la Revolución purgó la diversidad literaria de la isla obligando a los intelectuales a migrar y trabajar desde la disidencia.

En las siguientes líneas se describirán y analizarán tres fases históricas del surgimiento del arte en la isla. Primero, la transición que tuvieron que afrontar los intelectuales que vivieron los tiempos de la dictadura Batistiana y los inicios de la Revolución en 1959. Posteriormente, los aportes de los intelectuales que desarrollaron sus obras alrededor de los temas revolucionarios y socialistas que tomaron fuerza hacia 1962. Y por último, las tensiones entre la revolución política y la revolución artística que se generó en los autores que vivieron su juventud en el seno de la radicalización de los dogmas y las ideas totalizantes de la Revolución desde 1966. Es importantes destacar que la transformación del arte inició en el ámbito de la poesía, más adelante impactó la dramaturgia y finalmente llegó a reflejarse en el género narrativo.

Tras el triunfo de la Revolución, las artes siguieron huérfanas. No obstante, a inicios de la década de 1960, el régimen identificó la necesidad de regular la relación entre los intelectuales y los ideales revolucionarios. Por tal motivo, atendiendo a Abraham Talavera (1970), el Partido implementó tres líneas de gestión artística. En primer lugar, impulsó la alfabetización de las masas mediante la aprobación, implementación y difusión de las disposiciones de la “Ley de Nacionalización de la Enseñanza”. En segundo lugar, buscó afianzar la identidad nacional y la pertenencia a la isla a través de la apertura del “Instituto de Etnología y Folklore y la Sociedad Económica Amigos del País”. Y en tercer lugar, dio las bases para el desarrollo y la divulgación de una intelectualidad afín a la Revolución gracias al trabajo de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y la Casa de las Américas.

Para Fidel Castro, la nueva sociedad revolucionaria demandaba la adaptación de los intelectuales a los ideales marxistas y a la vez el surgimiento de una generación de artistas orgánicos que instruyera a las masas en la moral y los valores de la Revolución. En línea a la visión del dictador, el Primer Congreso de Escritores y Artistas de Cuba (1961) definió el rol de los intelectuales y sus obras en la transformación de la sociedad, la lucha antiimperialista, la revalorización de la identidad cubana y la integración latinoamericana.  

Una vez instaladas las fuerzas materiales necesarias para el desarrollo intelectual de los artistas y sus obras, madura la primera generación de literatos y poetas. Es importante mencionar que todas las obras de arte que surgieron en la isla después de lograr la Revolución tuvieron una intención moralizante que buscaba denunciar y rechazar los horrores de la dictadura Batistiana. Por lo tanto, los intelectuales nacidos antes de los años treinta optaron por reivindicar la historia de la isla y otros lugares del mundo, dejando a un lado el retrato de la realidad y las dinámicas revolucionarias.

Dentro de las obras más aclamadas de la primera ola de literatos cubanos destacan el Paradiso de José  Lezama, una obra autobiográfica que retrata la infancia, adolescencia y adultez de José Cemí y sus angustias relativas a la homosexualidad y la muerte en la Cuba prerrevolucionaria, y El Siglo de las Luces de Alejo Carpentier, un hito de la literatura del siglo XX que narra la historia de Sofía, Carlos y Esteban, tres huérfanos que viven en La Habana y atraviesan una transformación ideológica luego de que un viajero de origen francés, Víctor Hugues, los instruyera en el mundo de la Francia Revolucionaria y los ideales de libertad, igualdad y fraternidad. Hacia el final de la obra, Víctor Hugues adquiere una gran investidura de poderes y toma una actitud déspota, mientras Esteban, atestigua la degradación, las incoherencias y los horrores de la revolución. Así lo manifiesta Alejo Carpentier (1962), “Contradicciones y más contradicciones – Murmuró Esteban – Yo soñaba con una Revolución tan distinta. ¿Y quién te manda a creer en lo que no era? – Preguntó Víctor”. Al igual que Esteban, las jóvenes generaciones de intelectuales cubanos imaginaron una Revolución tan distinta… menos represiva y más tolerante a la libertad y diversidad artística.

Posteriormente, el grupo de intelectuales nacidos a mediados de los años treintas y que publican sus trabajos más relevantes después de 1959, incorporan las temáticas y realidades de la Revolución a sus obras, logrando generar una gran impacto en el desarrollo artístico de la isla y la divulgación de las ideas socialistas. Es aquella generación de intelectuales, la que tendrá la misión de liderar las instituciones revolucionarias y definir los lineamientos de la política artística del régimen.

En el género poético, resalta la aparición de “Los Caimanes”, un grupo de jóvenes que nacieron en los tiempos de la Revolución y desarrollaron una gran vocación vanguardista. En sus obras, retrataban las transformaciones y virtudes del socialismo y a su vez los problemas tradicionales del hombre, incluyendo el amor, la muerte y la infancia. Los autores utilizaban un lenguaje familiar y recordable. Dentro de las obras más destacadas, resalta  El Gran Zoo de Nicolás Guillén, un atípico y sorprendente libro de fábulas en el que se mezcla la rima, el humor y la crítica a la sociedad contemporánea.  

Por su parte, las obras teatrales tomaron fuerza tras la apertura “Teatro de la Sociedad Nuestro Tiempo” que años más tarde se transformaría en el “Círculo de Estudios Teatrales” y acogería a importantes dramaturgos bajo el liderazgo de Vicente Revuelta y Nora Badía. Al mismo tiempo, la Asociación Cubana de las Naciones Unidas (ACNU) inauguró el “Seminario de Arte Dramático”, dirigido por Irma de la Vega y orientado a la formación y profesionalización de los jóvenes interesados en el teatro.

El desarrollo de la dramaturgia tuvo un impulso significativo a mediados de la década, gracias a la apertura del “Teatro Infantil” y la agrupación del “Elenco Nacional” que albergaba a la nueva ola de libretistas y actores teatrales. De tal modo, volvieron a surgir los grandes tetaros y los grandes montajes dramáticos. Entre las obras más importantes de aquellos años destacan, Medea en el espejo de José Triana, El vivo al pollo de Antón Arrufat y El rabo del cochino de Estornino. Más adelante, tuvo lugar el “Festival de Teatro Obrero-campesino” en el que fueron aplaudidas las obras Cuando los débiles se hacen fuertes de Heberto Padilla, Monte adentro de Rubén Pérez Chávez y La mala palabra de José Corrales, dadas su destreza para retratar la desgracia de la vida burguesa y la incipiente vida revolucionaria.  

En la misma línea, los literatos jóvenes inician una búsqueda intensa y anárquica orientada a retratar las transformaciones y dinámicas de la Revolución. En tal marco, la literatura adquirió una importancia antes desconocida dando lugar a lo que fue denominado “La Nueva Literatura Cubana”. Desde inicios de la década de 1960, las obras literarias intentaron reflejar los acontecimientos y valores revolucionarios. La transición entre los temas tradicionales de denuncia y los nuevos temas del fenómeno revolucionario quedaron gravados en los textos De aquí para allá de Luis Agüero, Fábulas de Ana María Simo, Cuentos completos de Jorge Cardoso, Así en la paz como en la guerra de Cabrera Infante, El regreso de Calvert Casey y La vuelta en redondo de Humberto Arenal. Otras obras destacadas fueron Tierra inerme de Dora Alonso y Maestra voluntaria de Daura Olema García que obtuvieron el “Premio Novela de Casa de las Américas”.

Entre 1961 y hasta 1966, adquiere un mayor protagonismo el grupo de intelectuales más joven y rebelde. Las obras más importantes de sus integrantes tratan la temática revolucionaria y ayudan a definir los lineamientos de la literatura de la Revolución. El régimen obligó a los artistas a adoptar una actitud militante y orgánica frente al “Imperialismo yanqui y los agentes americanos”. De tal modo, los marcos regulatorios y restrictivos de la política intelectual del régimen inician la fase de internacionalización basados en la lucha antiimperialista, la organización y participación en foros mundiales y el llamado a la solidaridad latinoamericana.

Rápidamente, las ideas del régimen irrumpieron la libertad intelectual mediante la firma de la “Carta Abierta” a Pablo Neruda en la que destacados autores de tendencia oficialista, incluyendo a Alejo Carpentier y Nicolás Guillén, rechazaban la asistencia de Neruda al Congreso del PEN Club de Nueva York, dado que representaba una muestra de la injerencia y penetración del imperialismo yanqui en América Latina. Tras dicho incidente, en el “Llamamiento de la Habana”, uno de los documentos más importantes redactados en el I Congreso Cultural de la Habana (1967), el régimen dejo manifiesto el deber de los intelectuales de resistir y responder a la agresión imperialista, guiar las luchas de liberación en el Tercer Mundo y rechazar la tolerancia a los adversarios declarados y ocultos de la Revolución.  

Entre 1966 y 1968, Abraham Talavera (1970) indica que las tensiones entre el régimen y los artistas aumentaron, debido a la incapacidad de los intelectuales de adaptar sus obras a las ideas y el mundo de la Revolución, lo que derivó en la desafección al movimiento revolucionario y el éxodo de un gran número de intelectuales. Por lo tanto, dado que la definición de funciones y tareas para todos los integrantes de un gremio tenían que seguir los lineamientos de la Revolución, los intelectuales disidentes que no lograron adecuar su trabajo a las reglas revolucionarias tenían que hacer afrontar la soledad y el exilio.

No obstante, la intolerancia y la radicalización de la política artística del régimen purgaron la diversidad intelectual de la isla, obligando a los artistas a huir de su patria y vivir en la disidencia. La Revolución desencadenó un aparato totalitario y opresor de todos los que se atrevieran a criticar, señalar y rechazar los lineamientos homogeneizantes y arbitrarios del régimen (Iznaga, 2002; Rojas, 2006; Centro de Estudios Convivencia, 2022). En efecto, la purga ideológica de los intelectuales marcó el inicio de un movimiento de resistencia literaria y defensa de la libertad fuera de la isla. Tal fue el caso de Cabrera Infante, Severo Sarduy, Reinaldo Arenas, Heberto Padilla y Elizardo Sánchez.

En un artículo de 1979, Leopoldo Ávila acusó a Cabrera Infante y Severo Sarduy de servir a la CIA y auspiciar obras marcadamente imperialistas. La obra Tres Tristes Tigres de Cabrera Infante y la novela De donde son los Cantantes de Sarduy de Severo Sarduy fueron desaprobadas y reprochadas por el régimen, debido a que mitificaban los tiempos de Batista y a su vez dejaban a un lado las temáticas que imponía la doctrina revolucionaria. El juego lingüístico y la ironía de los textos para retratar la realidad socialista desataron la indignación y furia del régimen, lo que obligó a los literatos a refugiarse en Londres y París.  

En la ola poética, hay que mencionar la figura de Heberto Padilla y su obra Fuera del Juego (1969) que ganó el IV Concurso Literario pero fue rechazada por la UNEAC al abordar una temática ideológicamente opuesta a la Revolución. Entre los argumentos de rechazo a la obra destacan la ambigüedad de la referencia a otras latitudes geográficas que ocultaban las veladas alusiones a los problemas cubanos, la adopción de una visión criticista y antihistórica y la resucitación de ideas fascistas.

Para los ideólogos de la política cubana, los intelectuales que mantienen el mismo pensamiento y manera de actuar en el transito de un modelo capitalista a uno socialista se vuelven objetivamente opositores y reaccionarios al desarrollo de la revolución. En la misma línea, Abraham Talavera (1970) indica que los intelectuales disidentes, incluyendo a Padilla, son subjetivistas locos y obsesionados que retratan situaciones de persecución y represión en una revolución que se ha caracterizado por su generosidad y apertura. Por su parte, la UNEAC afirmó en la declaración de rechazo a la novela Fuera del Juego de Padilla que la tolerancia del régimen no debía traducirse en debilidad, ya que se respetaría la libertad artística hasta el límite de la libertad revolucionaria.

Por otro lado, el jurado que galardonó la obra de Padilla argumentó que el libro refleja una intensa mirada de los problemas históricos y latentes de la sociedad cubana, además señaló que la actitud acertada de todo intelectual y revolucionario se asemeja a la del inconforme que aspira a más porque su deseo lo lleva más allá de la realidad vigente. Es importante mencionar que la polémica en torno a las obras de Padilla tenían lugar en un momento de lucha ideológica y afianzamiento de la revolución política sobre la revolución artística.

UNIVERSIDAD SERGIO ARBOLEDA

SEMILLERO DE ESTUDIOS SOBRE CUBA

UBICACIÓN: CALLE 74 # 14-14

LÍNEA GRATUITA: 01 8000 110414

CORREO: programacuba@usa.edu.co

SIGUENOS:

  • Blanca Facebook Icono
  • Twitter Icono blanco
  • Blanco Icono de Instagram
  • Blanco Icono de YouTube
bottom of page